... no buscará lo legal, sin lo justo... (Rafael Barret)



porque a mi entender, la justicia nunca ha estado en los tribunales

Porque la justicia, como muchas otras cosas, no es más que una idea abstracta que espera concretizarse en el accionar de los oprimidos

Porque la justicia le toca a quien la busca y a quien la piensa, y a quien la nombra

La justicia no es letra muerta, es un accionar cotidiano que busca justamente, descentralizar el poder

Porque la justicia no la construyen los dioses ni los reyes déspotas (mal llamados “gobernantes” o “poderes del estado” en las democracias occidentales modernas), no viene de arriba, sino de abajo

Porque es un error pensar que solo la conocen... los abogados (¿?)

Porque la idea de justicia ha cambiando con el tiempo, con las luchas, con los aprendizajes

Por esa y otras razones, este blog.

Con ganas de preguntarnos y re pensar, a partir de las ciencias sociales, noticias, comentarios, ensayos y demás, la siempre presente idea de la justicia

sábado, 28 de enero de 2012

Una crítica técnica y otra política


(No todo lo que se escribe en este blog debe ser serio o puramente técnico-reflexivo. También hacemos bitácora de las conversaciones de asado durante el año político.)


No puedo negar que ha llegado a sorprenderme la forma en la que las discusiones de asado logran instalar temas medianamente serios en medio de las trivialidades. Pero lo medianamente serio no parte de la discusión misma, sino del después, cuando uno va a la casa y refelxiona con su almohada sobre toda esa sarta de gritos y desacuerdos que tuvo con el otro. Es ahí donde puede salir lo medianamente serio, como este simple comentario, a modo de bitácora de una cena y las conclusiones extraidas de la misma.

Discutiendo con una amiga “techera” sobre mi parecer acerca del proyecto en donde está involucrada, surgen estas dos críticas, una de ellas de carácter técnico y otra de línea política.

Antes de inciiar las mismas, ponemos en el colador los términos de la discusión que adquieren carácter bizantino. El más significativo de los mismos es el tipo de gente que participa de estos proyectos. Entre numerosos espacios y grupos se puso de moda calificar al mencionado tipo de gente como “cheta”, “careta”, “figureti” y demás términos despectivos calificativos. Repito, entrar a discutir estas cuestiones es casi tan bizantino como discutir la existencia de dios con un ateo (bueno, no sé si tanto). Podríamos pasar horas realizando una taxonomía de los simpatizantes del proyecto que permita a algunos comprobar la teoría dominante, o buscando la excepción a la regla. Finalmente el asado se enfriaría, la birra se calentaría y no llegaríamos a ninguna conclusión válida y/o satisfactoria.

La primera crítica, de carácter técnico, gira en torno a como concebimos los denominados “problemas sociales” y sus correspondientes intervenciones. Es decir, imaginemos que usted padece de una enfermedad muy seria. Imaginemos también que usted es una persona que cuenta con ciertos recursos económicos para ir a un hospital. Ahora bien, se le presentan dos opciones para curar su enfermedad. Una de ellas es un médico, la otra un curandero. ¿Usted en quien confía? ¿Por qué? ¿Cree que una persona que ha adquirido, a través de horas de estudio, conocimientos de manera sistemática para la comprensión del funcionamiento del organismo humano, tiene más posibilidades de curarlo que alguien como el curandero? Si su respuesta es afirmativa, eso significa que usted da más valor a la ciencia médica y hasta que capaz cree en la academia (sin ser académico tal vez). Bueno, traslademos la cuestión del mal médico, a la de los “males sociales” (por denominarlos de alguna manera que se adapte a la metáfora). Usted, ¿cree que las problemáticas sociales deben ser atendidas por profesionales? Entre un sociólogo, un antropólogo, un psicólogo social, un trabajador social… y un grupo de personas que no estudió ciencias sociales ¿Quiénes serán más efectivos, los del primer grupo o los del segundo?

Primera crítica: Me incomoda mucho que a la hora de intervenir en problemas de esta índole, no se cuente con un respaldo válido y sustentable de analistas sociales, como los que mencione más arriba. Me parece interesante la forma en la que se plantea la integración en la diversidad de jóvenes que participa del proyecto, pero insisto, de nada sirve que vayan y construyan una vivienda de emergencia si no hay un análisis previo del accionar. Es decir, ¿cuál es el alcance verdadero de una vivienda de emergencia? ¿Qué soluciones da y que soluciones no da? Es importante reflexionar sobre esto, a fin de evitar un divorcio entre nuestros alcances verdaderos en la práctica, y nuestras pretensiones en el discurso. Si el discurso a nivel organizacional plantea eliminar la pobreza, debemos necesariamente partir de la pregunta sobre ¿Qué es entonces, lo que queremos eliminar, que es la pobreza?

Entendemos así, la pobreza como la ausencia de accesos a servicios básicos para el bienestar individual y colectivo. Se habla de la falta de acceso a salud, educación, vivienda, empleo, régimen alimenticio, recreación, participación política, acceso a los sistemas de justicia y otras variables. A partir de estas y otras variables mencionadas, se establece la diferencia entre el pobre y el pobre extremo. Este último está por debajo de la canasta de alimentación básica (su régimen alimenticio está por debajo del mínimo básico), en tanto que el primero está por encima de la canasta básica de alimentación, pero por debajo de la canasta básica de necesidades (que incluye a las otras variables además de alimentación).

Pensemos ahora en la llamada vivienda de emergencia que construyen los techeros. La misma pálida momentáneamente la ausencia de vivienda, y digo momentánea porque la misma no es de material. Eso significa que se está accionando sobre la variable vivienda. Una vivienda de emergencia es un parche, una medida momentánea hasta que se adquieran más recursos, o al decir de los techeros, se pase a “la fase dos del proyecto”. A mi criterio, el parche es válido, como así también, son válidas muchas de las medidas momentáneas que forman parte de un todo más complejo, si es que se planifica y se logra una continuidad en el accionar.

Ahora bien, considero sumamente importante que la gente comprenda que en la fase uno, se interviene en la variable vivienda. Eso quiere decir que la persona que accede a la vivienda tiene parcialmente un mejor habitad, pero sigue sin anotar puntos en las demás variables. El pobre y el pobre extremo siguen, por lo general, en subempleo o desempleo abierto, sin acceso a los otros servicios básicos, viviendo en una sociedad cuyo sistema productivo es incapaz de absorber esta mano de obra sobrante que día a día va migrando del campo a la ciudad a causa del cambio, primeramente paulatino y después acelerado del modo de producción en el país. Porque a fin de cuentas (y creo yo que es la pregunta del millón que deberían hacerse todos los participantes del proyecto al entrar) ¿de dónde salen todas estas personas, los pobres urbanos? ¿brotan del piso? ¿Qué hacían antes de ser pobres urbanos? Amerita la reflexión acerca de su origen. La familia campesina, como unidad de producción, inicia produciendo para su subsistencia, considerando (ya en los tiempos de hoy) que el excedente de producción puede ser destino a la venta en el mercado interno. Lentamente y con el correr del tiempo, las relaciones sociales de producción modifican el obrar de la familia campesina, la cual pasa a vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario. Al volverse asalariados, abandonan el modelo de autosustentabilidad y priorizan a ese salario. Pero es a partir de la inserción de la agricultura mecanizada, propuesta que llega a Paraguay en la segunda mitad del siglo XX y que adquiere su primer boom en los ochenta, que estas unidades de producción anteriores son desplazadas por las nuevas. Es hasta lógico, dirían algunos, de momento en que un tractor hace el laburo de hasta 100 manos obreras. Se produce más, en menor tiempo y a menor costo, de forma tal que la agricultura mecanizada desplaza a la mano de obra campesina, la cual ya no adquiere el tan bendito salario y queda desempleada. ¿Y para donde van, ahora que en el campo, su lugar de origen, ya no queda trabajo? A la ciudad, señoras y señores, esperando insertarse de alguna manera al sistema productivo. Y ante la ausencia de desarrollo industrial en el país (capaz de absorber gran mano de obra, esta mano de obra sobrante), su mal llamada “inserción” va “desde el empleo, el subempleo mayoritario y el empleo. En ese sentido, el subempleo es la forma dominante de inserción económica de esta población: esta forma individual o asociada es una alternativa de fuente de trabajo creada por la escasez de la oferta de este y por la existencia supe numérica de fuerza de trabajo en relaciones al nivel de la actividad económica (…) el problema de la tierra y la falta de empleo son permanentes; mientras que los que se han proletarizado sufren condiciones de trabajo inhumanas. Además, casi siempre estas condiciones económicas están acompañadas por la violencia y/o la nula participación política” (Imas, 1996)

Este sector también cuenta con un capital social débil y sorteando toda serie de inconvenientes que una vivienda de emergencia, por si sola, jamás podría solucionar. La persona seguiría atada al desempleo, o al subempleo, el cual somete al trabajador a relaciones de explotación laboral, sin seguridad jurídica, sin posibilidad siquiera de organizarse para la defensa de sus derechos (sindicalización).
Se habla de una fase dos y una fase tres del proyecto Un techo para mi país. En ese sentido, cabría la reflexión acerca de: 1. El alcance real de estas fases para la solución de un problema de carácter estructural en nuestro país, dado que, ante el avance y consolidación de la agricultura mecanizada, la ausencia de industrialización que absorba la mano de obra sobrante, y la cada vez mayor proliferación de nuevos pobres que se suman a los ya existentes (no solo los que migran, sino los que descienden en la escala social a causa de la crisis económica que afecta a los sectores medios), muchas veces se requieren soluciones de fondo y no de forma, algo a lo que organizaciones no gubernamentales no llegan a alcanzar o hasta no es de su competencia.

Propuestas: 1. Reflexionar sobre estos temas, tratar de evitar un divorcio entre un discurso super amplificado y una práctica más limitada, que acabe decepcionando, no solo a los que recibirán los aportes, sino principalmente a los involucrados en el proyecto. Que cada cuadrilla o al menos cada jefe de escuela cuente con la presencia de profesionales que introduzcan estos temas de forma amplia.

2. Preferentemente, realizar un curso introductorio antes de ir al campo de trabajo. En el mismo, se han de discutir los temas mencionados más arriba, a fin de tener una visión más cabal del objeto de estudio y trabajo al que se va a intervenir. La presencia de profesionales de las ciencias sociales, creo yo, es VITAL para la realización de proyectos de esta índole.

3. Ahora bien, tomando en cuenta que el proyecto es una propuesta del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), deberíamos preguntarnos porque el BID no analiza esta ausencia de trabajadores sociales en su proyecto regional de un techo para mi país, dada su experiencia en la elaboración y gestión de proyectos sociales. También, cuestionarnos acerca de la posibilidad de que cada país introduzca variables que considera convenientes o necesarias para el desarrollo del proyecto en su territorio, acorde a las diferencias culturales, económicas, sociales o políticas que pueda existir, dado que, después de todo, cada país cuenta con una realidad muy distinta que explica la carencia de vivienda en su sociedad.

La segunda crítica va más hacia una dimensión política, que abarca no solo a este proyecto, sino a varios otros. Muchas veces las personas que se involucran en esta serie de actividades disocian su actuar en el bañado de su actuar en el cotidiano más cercano. Es decir, si uno realmente apuesta a proyectos como estos a fin de considerarlos una opción viable, y realmente incorpora la lógica y el sistema de valores que el proyecto dice proporcionar, a su vida diaria y a sus procesos básicos de socialización, no debería producirse disociaciones tan agudas como las que se producen, muchas veces, en un buen número de personas que participan de estas iniciativas.

Seamos más claros en el ejemplo. Si yo comprendo que la pobreza tiene como punto de origen la carencia de elementos básicos para la vida, y comprendo también que estas personas no pueden satisfacer necesidades básicas a partir de que no existen fuentes de trabajo en donde los mismos puedan insertarse con las garantías mínimas, y TAMBIÉN comprendo que esta gente fue, mayormente despojada de su forma de producción anterior, no debería ir a reproducir discursos simplistas y de carácter cínico como “esa gente es pobre porque no quiere trabajar” o “son todos unos haraganes”. Tampoco debería tener una práctica tan hostil hacia los proletarios urbanos (impiavidrios, cuidacoches, limpiabotas y toda esa serie de palabras compuestas que se usan ahora para denominar al subempleado), si es que realmente me solidarizo con ellos. No sea cuestión de ir y ayudar en las tres horas que me toca estar en una villa y después vuelvo a marcar en mis prácticas, nuestras diferencias sociales.
También tendría una visión más crítica sobre las ocupaciones rurales y urbanas, es decir, me cuestionaría más (ANTES de emitir un juicio) sobre el origen de los mismos, sobre todo en un país donde, no solo el acceso a la tierra, sino la titulación correcta de las mismas ha sido una problemática durante todo el siglo pasado y herencia en este nuevo siglo. El tema de las estafas efectuadas hacia la gente de escasos recursos a la hora de acceder a la vivienda o a la propiedad, las tierras malhavidas que fueron utilizadas como forma de coqueteo político por parte del estado hacia otros poderes en gobiernos anteriores, o hasta el desalojo de comunidades enteras que pagaron por su propiedad hasta lo último requerido y sin deber nada, pero que simplemente no condescendían con el poder de turno (caso de las Ligas Agrarias Cristianas, por nombrar uno de los más conocidos, uno de tantos) son temas que necesariamente deben saltar a la hora de evaluar nuestros discursos en el cotidiano al referirnos al tema de acceso a la tierra y el obrar de los grupos y movimientos sociales que reclaman el mismo.

Ahora, también debemos entender que la disociación o contradicción entre el discurso y la práctica es normal en el obrar humano. Llegar a un estado de coherencia en que verdaderamente coincida lo que decimos querer y lo que queremos de verdad, es un proceso largo de encuentros y desencuentros. Es decir, ¿queremos la verdadera reivindicación de los estratos populares en su calidad de vida, o queremos aparentar ser los bienechores salvavidas que practicamos la caridad cristiana-occidental?

Mi idea de una cohernecia entre práctica y discurso puede ser mal entendida como un apoyo incondicional a todo lo que estos grupos hagan y digan (decir guau si a todo). No es el caso.

Simplemente es el llamado a la reflexión sobre diversos temas que hacen a la realidad como a un todo complejo, y no como a una cosa sencilla. Entender que en muchos casos del territorio nacional, las mal llamadas invasiones son intentos de recuperación de propiedades por parte de sus verdaderos dueños, entender que la estafa a estos sectores existe, que puede hasta estar documentada, y que muchas veces la cosa no es tanto como nos la pintan en los medios (después de todo, una de las variables que hacen a la pobreza es la ausencia de seguridad jurídica). Para juzgar estos hechos a partir del juicio moral de correcto e incorrecto, se amerita un estudio a fondo de la cuestión, caso por caso y con sus múltiples particularidades, si en verdad nos planteamos la justicia, dado que no nos corresponde juzgar con información parcial o manipulada, sino a partir de estudios sistemáticos.

Además, el ser crítico justamente busca basarse en premisas sólidas, a partir de la hostilización de los hechos, evitando caer en juegos maniqueistas como los de propietario-bueno campesino-malo, o viceversa. Si apoyamos algo, entendamos en que acepciones y bajo que términos.

La critica dos, como expliqué antes, es política, no técnica, y va dirigida a muchos otros casos de trabajo con sectores marginales urbanos, no solo el referido a nuestra discusión de asado.

Pero antes de terminar

Me gustaría aclarar que yo soy una escéptica de los proyectos de esta índole. Incluso, soy más ácida en mi crítica a los autodenominados grupos “progresistas” y a su manejo del concepto de “horizontalidad” en el trabajo con grupos marginales. Pero eso ya amerita otro artículo, o quizás, otra discusión de asado
La critica hoy planteada va, repito, hacia un proyecto en especifico porque de eso se trato la discusión de asado. Pero No es el único ni el primero ni el último proyecto de ayuda social que debería ser analizado y replanteado, creo yo. Finalmente son críticas sencillas, sin intención de menospreciar el trabajo de personas. Tomálas si querés, báncate o criticalas si no te gusta.

Notas al pie

1. Forma en la que se autodenominan los integrantes del proyecto regional “Un techo para mi Pais”
2. considerado la variable que mide la colaboración social entre los diferentes grupos de un colectivo humano, y el uso individual de las oportunidades surgidas a partir de ello, a partir de tres fuentes principales: la confianza mutua, las normas efectivas y las redes sociales. Mide, por tanto, la sociabilidad de un conjunto humano y aquellos aspectos que permiten que prospere la colaboración y el uso, por parte de los actores individuales, de las oportunidades que surgen en estas relaciones sociales. Una sociabilidad entendida como la capacidad para realizar trabajo conjunto, la de colaborar y llevar a cabo la acción colectiva

3. Forma más común de denominar a los cinturones de pobreza en Asunción que se encuentran a la margen del río Paraguay

Bibliografía
Imas Ruiz, Victor Julio. "Aproximacion al estudio de los movimientos sociales urbanos". Universidad Autónoma Metropolitana. Setiembre 1996