... no buscará lo legal, sin lo justo... (Rafael Barret)



porque a mi entender, la justicia nunca ha estado en los tribunales

Porque la justicia, como muchas otras cosas, no es más que una idea abstracta que espera concretizarse en el accionar de los oprimidos

Porque la justicia le toca a quien la busca y a quien la piensa, y a quien la nombra

La justicia no es letra muerta, es un accionar cotidiano que busca justamente, descentralizar el poder

Porque la justicia no la construyen los dioses ni los reyes déspotas (mal llamados “gobernantes” o “poderes del estado” en las democracias occidentales modernas), no viene de arriba, sino de abajo

Porque es un error pensar que solo la conocen... los abogados (¿?)

Porque la idea de justicia ha cambiando con el tiempo, con las luchas, con los aprendizajes

Por esa y otras razones, este blog.

Con ganas de preguntarnos y re pensar, a partir de las ciencias sociales, noticias, comentarios, ensayos y demás, la siempre presente idea de la justicia

jueves, 29 de marzo de 2012

¿Qué es la REAL?




El 7 de junio, la academia literaria Herib Campos Cervera del colegio Sta. Clara cumplirá 10 años de existencia. Por su parte, la Red Estudiantil de Academias Literarias alcanzará su sexto aniversario en el 2012. Conozco a estas dos experiencias desde sus inicios, hasta finalizados mis estudios en el bachillerato. Hoy, al dar los primeros pasos en la redacción de la tesis de licenciatura para sociología, me encuentro trabajando conceptos y tipologías que, necesariamente, traen a mí un recuerdo, y a la vez una pregunta… ¿Qué es la REAL?


Igual pero diferente a la experiencia de las academias literarias, las cuales corresponden al marco institucional. La pregunta no se plantea como un cuestionamiento existencialista ni dramático, sino como una simple necesidad de clasificar a un sujeto social en una categoría para su mayor comprensión.

Quien esto escribe, no pretende hacer de esta carta, un trabajo académico; si bien la idea de empezar a escribir estas líneas nació de las primeras reflexiones de mi (futuro) trabajo de grado. Y digo que no es académico, debido a sus limitaciones. Un trabajo académico, necesariamente requiere de un estudio a fondo de su objeto de análisis, un marco teórico que permita el despliegue de la reflexión y delimitaciones bien puntuales en cuanto a aspectos como corte de tiempo, herramientas metodológicas para la extracción de datos y demás cosas. En mi caso, simplemente deseo hacer un recuento de lo que fue ese primer año de la REAL, desconozco lo que pasó después en lo referente a formas de trabajo, avances o retrocesos que pudo tener la misma. Voy a limitarme, a hablar desde la experiencia que me tocó vivir.

Pero más allá de las pretensiones de quien escribe o de quienes lleguen a leer estas líneas,considero que como primer paso debemos construirnos un pequeño marco conceptual (por menores pretensiones académicas que tengamos) sobre el cual orientar la discusión. Simplemente me gustaría presentar y contraponer dos conceptos utilizados por la sociología y la ciencia política para empezar: El de institución y el de Movimiento Social, claramente contrapuestos debido a las características de ambos.

A la pregunta de ¿qué es la REAL?, necesariamente debemos introducir nuestras dos variables mencionadas más arriba. A partir de ahí, el planteamiento del problema se modifica, y pasamos a preguntarnos cosas como si la REAL, es una experiencia cuyas características son o se asemejan más a una institución o a un MS.



Una primera definición de movimiento social correspondería a la de un agente colectivo que intervienen en procesos de trasformación, ya sea promoviendo cambios u oponiéndose a los mismos. No obstante, la amplitud de este concepto requiere de una necesaria delimitación para ir aunando en la complejidad de nuestro objeto de estudio. Podemos así, señalar que estos agentes colectivos son movilizadores con relación a los cambios sociales, ya sea que planteen provocar, impedir o anular dichos cambios, valiéndose de formas de acción y organización que respondan a sus fines, obrando de manera continua y bajo una fuerte integración simbólica entre sus miembros.

Uno de los aspectos de mayor consenso entre los autores a la hora de definir a los MS, se refiere a considerar que los mismos representan (independientemente de sus múltiples variables) a grupos específicos que encaran su acción en función a intereses. Es así que podemos denominar movimiento social a la dinámica que se genera a partir de algún conflicto o dificultad, y que se oriente a la defensa de estos intereses mencionados más arriba. Las acciones emprendidas pueden cuestionar de manera puntual o absoluta las estructuras prevalecientes y manifestar su proyección de trasformación parcial o total de las mismas.

Vale resaltar que los MS cuentan con una serie de características, entre las que resaltan el carácter supraindividual, su papel protagónico dentro de las tendencias de cambio social, la intervención constante en el trascurso de determinados procesos en busca de la concreción de objetivos y para adquirir mayores cuotas de influencia. El singular de “actor” no quiere decir que los MS deban ser entendidos como un todo uniforme, muy por el contrario, es la heterogeneidad de tendencias organizacionales y modos de actual la que caracteriza a los mismos.

La capacidad de permanecer en constante “movimiento”, es lo que garantiza el éxito en la concreción procesual de las metas en los MS, debido a su precaria base de poder, la cual difiere de los medios y modelos institucionales. Un MS que deja de movilizarse pierde sus apoyos básicos y corre el peligro de extinguirse. La movilización debe alcanzar un cierto nivel de continuidad y diferenciarse de esta manera de otras formas de comportamiento colectivo, de carácter mucho más espontáneas.

Por el otro lado, tenemos a Touraine, quien en su “Introducción a los movimientos sociales” parte de la definición de lo que no es un MS. Para esto, marca la diferenciación entre MS e instituciones, considerando a esta diferencia un elemento clave para iniciar el análisis y caracterizar a los primeros. Señala que los MS no son objetos sociales constituidos, regulados por normas institucionalizadas y mantenidas pro sanciones legales. “Es imposible añadir a un tratado de sociología de las instituciones (familia, política, religión, etc.,) un capítulo sobre los movimientos sociales. Su estudio, que no dependería más que de la historia, se ha desarrollado recientemente al margen de las enseñanzas clásicas y muchas veces bajo la influencia de aquellos movimientos que sacudieron, más directamente al edificio universitario” (Tourainte: 19xx; 5).

La definición en términos generales sobre institución se atañe a las normas, roles y pautas que una sociedad construye para satisfacer necesidades básicas y especificas. Esta configuración social se caracteriza principalmente por la permanencia, el esfuerzo por la conservación de sus formas en el tiempo, para lo cual se asegura el conocimiento cabal de la normativa por parte de todos sus miembros, por más que la misma no esté redactada jurídicamente en todos los casos. La institución, como el MS, también es afectada por la contingencia histórica, aunque se resista con una eficiencia mucho mayor al efecto del impacto y esto haga que los cambios relevantes sólo sean medibles a largo plazo.

Por lo general, la institución se refiere a grupos organizados “o formas de organización que corporizan el desempeño de una función social, por ejemplo el parlamento, la iglesia, universidades, clubes deportivos, partidos políticos, etc. (Di Tella: 1989,327)

Constante movimiento para la continuidad vs permanencia para la continuidad. Pero la cosa va mucho más allá de una cuestión de formas, dado que las mismas condicionan, no sólo el alcance de los objetivos, sino principalmente el universo organizativo de sus miembros, la construcción de la identidad y sus percepciones más mediáticas en el obrar diario.

Vale aclarar que tanto un MS como una institución, son propuestas que no nacen de la nada, sino que cuentan siempre con precedentes, ya sean inmediatos o no. Son así, parte de una cadena de acontecimientos más compleja.


Los antecedentes más inmediatos podrían establecerse a partir del año 2003, cuando grupos de estudiantes pertenecientes a academias literarias de colegios públicos y privados de Asunción y Gran Asunción iniciaron un ciclo de trabajo, de la mano de reconocidos escritores del ámbito nacional, entre los que puedo mencionar (porque son los que recuerdo) a Dilma Pardo, Fernando Pistilli, María Eugenia Garay y Susy Delgado. Desde talleres de poesía y narrativa, hasta los viajes a ciudades del interior del país para participar de la fundación de academias literarias, de un fructífero ambiente de sesiones conjuntas en donde los integrantes de distintos colegios compartían sus producciones, hasta las reuniones de carácter más ameno e informal, propias de la edad. En definitiva, hubo un notorio acercamiento que permitía el intercambio de pareceres, perspectivas y hasta la formulación de proyectos a futuro. Cabe destacar que varios de los integrantes de este grupo volverían a encontrarse tiempo después en otros espacios, como el gremial estudiantil de la secundaria y la universidad, y hasta en algunas juventudes de partidos políticos.

Desde la efervescencia del 2003 hasta la fundación de la REAL en el 2006, se sucederían varios acontecimientos que de alguna u otra manera lograrían distanciar a las AL entre sí. Si en el 2003 era común realizar sesiones conjuntas o tener ceremonias de apertura y clausura, el paso del tiempo llegaría a erosionar esa iniciativa.

Ya en el 2006, a partir de la convocatoria de la AL del colegio Técnico Javier a sus pares secundarios, a fin de hacer un recuento en conjunto de lo que había pasado y estaba pasando con las academias literarias, (como una suerte de “ponerse al día”) a fin de lograr entender porque cada vez se participaba menos de las sesiones de apertura y clausura y hasta se había abandonado la tradición de la sesión conjunta entre colegios. Esta primera reunión, que simplemente se proyectó como un recuento, acabó gestando la idea de formar una “red” de trabajo entre academias. ¿Los motivos?

Había varios. Por un lado, estudiantes que habían participado de algunas de las actividades del 2003, veían en el proyecto futuro, una forma de retomar viejas experiencias. Para otros, se trataba de una forma de ahorrar fuerzas para las convocatorias de actividades, es decir, en términos prácticos y logísticos, era un buen trato. Y otros veían en la propuesta, la posibilidad de armar algo diferente a lo que venían viviendo con sus academias, es decir, algo que trascendía las paredes de sus instituciones particulares.

Retomando nuestro marco conceptual, y el planteamiento del problema, pienso que esta organización estudiantil tiene varios de los elementos de caracterizan a un MS, en tanto que carece de otros.

• Contrariamente a lo que se piensa, los MS son agentes colectivos pero no “unitarios”. En este sentido se debe señalar el elevado grado de pluralismo y de diferencias internas, contando con una diversa amalgama de corrientes, tendencias y formas de acción. Dentro de un movimiento social, pueden existir corrientes contrapuestas.

Nuestro objeto de estudio contaba con estudiantes de colegios públicos y privados, lo cual nos permite suponer que de alguna manera existía cierta diversidad en la composición socio-económica de sus miembros, aunque no sea tan marcada (en el sentido más radical del término). Pero lo verdaderamente pluralista se encontraba en la cosmovisión de sus miembros, en lo discursivo de cada uno.

• Se afirma que para existir, los MS tienen que permanecer en movimiento, ejerciendo su influencia por medio de sus movilizaciones y sus participantes. Para el movimiento constante, requieren de una organización laxa, adaptativa y no autoritaria para el alcance de las metas, las cuales no pueden ser alcanzadas solo por medio de la espontaneidad fortuita. Pero esta organización adaptativa no tiene que implicar necesariamente la institucionalización, la cual limita y restringe el poder social de dicho movimiento.

• Como ya señalamos, los MS no son equiparables a una organización. En su interior, la diferenciación y adjudicación de los roles suelden encontrase en un nivel mucho menos elaborado y estructurado, razón por la que el espectro da formas de participación y actuación más amplia. Sin embargo, llegar al otro extremo y caracterizar a un movimiento social en base a la supuesta ausencia de estructuras organizativas en su seno, sería un error. Un MS generalmente no existe sin ellas, ya que son estas las que pueden asegurar la continuidad, la coordinación y también la realización de determinadas iniciativas, más allá de que las mismas no sean equiparables a las de las instituciones, que se manejan por otra lógica. Los MS ocupan por ello, un nivel intermedio entre organizaciones formales y protestas espontaneas.

En sus principios, se había establecido que el órgano de decisión dentro de la REAL sería la Comisión Directiva, la cual estaría compuesta por todos los presidentes de AL que formaran parte de la organización. La decisión del nombre mismo (Red Estudiantil de Academias Literarias, REAL) hacía referencia a ese concepto de “red de redes” (tan utilizado en la tipología de los Nuevos Movimientos Sociales(1)), en donde no se planteaba forma alguna de jerarquización (o al menos se rechazaba la jerarquización en su forma más acabada) entre los participantes, de momento en que se pensaba que la misma jerarquización podía limitar los alcances del proyecto. De hecho, me atrevo a decir, dado que estuve como participante de esas primeras discusiones, que la propia idea de jerarquía repelía. Se asociaba jerarquía a los conceptos de autoridad y, en circunstancias en donde los miembros provenían de experiencias tan distintas y de instituciones tan distintas, no existía un “criterio de selección” a partir del cual pidiéramos decir “fulanx de tal, presidente de la AL del colegio tal va a ser presidente” o “va a ser nuestrx presidente”. Apenas nos conocíamos y no queríamos designar un representante sin establecer los criterios válidos para ello… de hecho, considerábamos que no existían (o no debían existir) tales criterios.

Así también, nos pareció conveniente que, al no existir jerarquías, se vería dos cosas: 1. quien estaba comprometido realmente con el proyecto y 2. La posibilidad de complementariedad y de “ir llenando los espacios vacíos”, a partir de una estructura flexible, en donde la ocupación de los roles era proporcional a las necesidades del momento y no a una designación estática y univoca hasta el próximo periodo.
Igualmente, la posibilidad de ir tejiendo redes daban un margen de acción más inclusivo, en donde, para sobrevivir, había que estar sumando siempre, acoplando, ensamblando experiencias. Debíamos movernos siempre, realizar actividades. Y creo que la más mercante de todas ellas, fueron las sesiones del grupo. Casi como un ritual, se realizaba todos los sábados del año, de forma ininterrumpida. Un espacio en donde se llevaba las producciones de los miembros, se leían los trabajos y se debatía sobre los mismos. También se llevaba trabajos de autores consagrados a nivel nacional, regional y mundial para compartir nuestras impresiones sobre estos textos, pero el ejercicio principal era el de llevar nuestro trabajo, como forma de ejercicio. Los participantes llegaron a tomarse la cosa muy en serio, al punto de ser una motivación para ir puliendo de forma paulatina la producción durante la semana y compartirla con los compañerrxs cada sábado.

Existía un grupo de base, el grupo que había iniciado la REAL y que asistía siempre, pero a su vez, un buen número de participantes entraba y salía en el ínterin. Eso permitía que se diversificara la producción de trabajos y se contara con varias aristas sobre un mismo tema a la hora de reflexionar sobre los contenidos propuestos en la misma. La composición interna se movía siempre, alimentándose con cada nuevo aporte, pero contando siempre con un grupo de respaldo que se responsabilizaba de la continuidad de las actividades.

• En lo que respecta a la construcción de la identidad colectiva, se cuenta con un alto nivel de integración simbólica, un conjunto de creencias compartidas, las cuales actúan como nexo que cohesiona. Estas creencias compartidas fomentan la sensación de formar un grupo claramente diferenciado con relación a los otros grupos de valores contrarios, alcanzando así la concepción del “nosotros” en el MS. Es normal que en este proceso de concepción, el grupo adopte símbolos diferenciales, construya un leguaje propio.

Desde la adopción de símbolos y slogans, el lanzamiento de publicaciones en conjunto con el nombre de la organización, hasta la sensación de estar haciendo un aporte a las AL, la REAL contaba con una identidad. Sus miembros se sentían parte de algo que era suyo, es decir, algo que constituía el producto continuo y consecuente de sus acciones y que satisfacía en mayor o menor medida, a sus expectativas. Se identificaban así con una marca. Esto llegaba al punto en que, después de finalizada la cursada secundaria, varios de sus miembros siguieron participando de las sesiones de la organización y/o conservaron el “ritual” de las sesiones conjuntas entre sus miembros, como forma de encuentro durante algunos años.

La discusión en su interior y por parte de sus miembros acerca de lo que la REAL era o podía ser o “debía ser”, si bien nunca estuvo ausente, no constituyó un eje central. Sí lo fue en sus momentos iniciales, en donde se requería de un norte (difuso, pero norte al fin) para dar un pie de inicio. Palabras como “asociación”, “organización”, “grupo”, “federación”, entre otras, fueron poblando las sesiones primeras en donde se quería definir en plan. Finalmente y como explicamos en líneas anteriores, se optó por “red” y se hizo la correspondiente aclaratoria de que la misma debía ser compuesta y liderada por estudiantes miembros de academias literarias de cualquier rincón del país.

A la pregunta de ¿qué pa lo que estamos haciendo? O ¿Qué lo que es la REAL?-y las muletillas las pongo adrede-la respuesta final, instalada de forma tácita entre los miembros y tras largas discusiones, era la de simplemente hacer algo, moverse, cambiar esa situación de conformismo y falta de aspiraciones que se veía en los estudiantes secundarios, o romper con el discurso instalado y cuasi incorruptible de que “los jóvenes no leen y no están ni ahí por la literatura”; sabiendo en cierta forma o en muchas formas el porqué hacíamos lo que hacíamos, pero sin mucha reflexión interna que permitiera dar con un rotulo clasificatorio con el cual respaldarse como resultado final. Es como si el discutir todo el tiempo para dar con ese rótulo nos restaba fuerza o tiempo o nos aburría.

Finalmente, un elemento que a mi criterio considero central para diferenciar a los MS de otras formas de organización y que no encuentro en la REAL, era el de la construcción del “otro” oponente.

• Así como existe una construcción del “nosotros”, la misma resulta clave para la diferenciación con su concepto contrario, la de los “otros”, los oponentes, frente a los que se afirmará el MS. Cabe destacar que el otro no es un objeto construido teóricamente, sino un actor social real que interviene en los ruedos de la cultura política. La construcción de este otro implica la selección de niveles y de contextos en los cuales se luchará contra él: parlamento, corporación, opinión pública, etc.

Y es aquí en donde toda mi hipótesis anterior entra en jaque. Si bien para algunos, basta con que un MS tenga objetivos y metas bien claras para constituirse como tal (y que estas se concreticen), el consenso establecido entre autores considera que este último requisito, es el que hace la diferencia entre MS y otras formas de organización. Si los MS se plantean como actores por y para la trasformación social, vale decir que deben tener bien en claro, no solo sus objetivos, sino los obstáculos e impedimentos que limitan o anulan la concreción de su meta trasformadora. Y estos obstáculos no son más que actores antagónicos que defienden intereses distintos a los del MS y buscan la conservación de todo aquello que el MS combate.

La REAL tenía objetivos claros o parcialmente claros, y buscaba dar con una salida a ese cada vez más perpetrado “aislamiento” de las AL. Esa problemática fue su motor inicial. Existían intensiones de cambio ante una situación adversa a sus intereses, pero, algo tan concreto como otro actor, el “oponente” que puja con el grupo en la arena política (entendiendo la política en su amplio sentido) no es vislumbrado, al menos, no a mi criterio.

La intención del trabajo no es la de establecer certezas, todo lo contrario, es la de abrir un pequeño debate dentro de una organización que avanzó en el tiempo y fue tomando nuevas formas. La reflexión, reconociendo sus múltiples limitaciones, busca ser un disparador. Considero igualmente, que en trabajos posteriores se puede profundizar más en el objeto de estudio, lo cual amerita una mayor lectura en el campo de sociología de las organizaciones.

Obs: Me hubiera gustado contar con el acta fundacional de la REAL a la hora de redactar este artículo, a fin de ir hilando reflexiones a partir del contenido de ese primer documento. Será para la próxima.

Nota al pie
(1)Estructura organizativa descentralizada y anti-jerárquica, en forma de red (o conexiones de redes, “red de redes”) con un nivel bajo de institucionalización; desconfianza tanto hacia la burocracia como hacia los líderes carismáticos.-Riechman y Fernandez Buey 1994-

domingo, 18 de marzo de 2012

Educación y sociedad. Entre el continuismo, las contradicciones y los primeros pasos.




Aqui va un pequeño trabajo que hice para aprobar un seminario sobre "Políticas en Educación".


Analizar la relación entre las instituciones educativas y la sociedad, implica, necesariamente, cuestionarse acerca de los alcances de la institucionalización misma. No en vano se hacer paralelismos entre los llamados “movimientos” y las instituciones, señalando que los primeros se caracterizan por su organización más flexible, por atravesar ciclos diferenciados, por estar siempre en constante movimiento; en tanto que las instituciones son de carácter mucho más jerarquizado, apuntando en su deber ser a la atemporalidad en sus formas. Las instituciones son, por naturaleza, reacias a muchos de los cambios que la sociedad le exige.

Eso se visibiliza en muchas de nuestras formas modernas de institucionalización, en tanto que la escuela y la educación superior no son para nada, la excepción de la regla. Pero más allá de los intentos de las instituciones de conservar sus formas, resulta inevitable reconocer que todo lo que acontece en la sociedad, necesariamente se refleja dentro de las instituciones y acaba alterando y desafiando a las mismas.
La invasión de la sociedad sobre lo que aparentaba ser la placida quietud de nuestras instituciones, se manifiesta en múltiples formas: disputas políticas e ideológicas acerca del acceso a la educación, la realidad de la exclusión social, el problema de las drogas, las dimensiones de la sexualidad humana, formas de inserción y participación en la sociedad y muchos otros temas que se instalan cada vez con mayor fuerza en el plano educativo-institucional.

Todo cambia, y a diferencia de otras veces, ahora cambia más rápido. Por un lado, el contexto mundial nos presenta los cambios tecnológicos, que impactan y se manifiestan en nuevas formas de comunicación y socialización. También el mercado internacional hace lo suyo, desafiando la hegemonía de los Estados Nacionales en las decisiones de peso dentro de las naciones. Sumando a esta realidad de cariz internacional, están los propios cambios acontecidos en la sociedad paraguaya en los últimos años.
Paraguay va despertando, de forma paulatina pero constante, de su letargo de sociedad rural y ensimismada, aunque todavía le cueste. Sumamos a esto el factor de las nuevas generaciones que se enfrentan a la realidad de un choque generacional con sus antecesores, aspecto que si bien es normal dentro de la convivencia intergeneracional, esta vez adquiere algunas particularidades, en tanto que las actuales generaciones juveniles, nacen en un contexto de apertura de libertades públicas, a diferencia de sus padres, abuelos y maestros, cuya cosmovisión del mundo fue marcada con fuerza por la última dictadura militar en el país. Somos una generación con muchos de los permisos que no tuvieron nuestros padres, y eso marca una diferencia importante, no solo en nuestros historiales de vida, sino en la propia forma en que concebimos el mundo y la acción en el mismo.

Relación escuela-sociedad


Todos estos cambios hacen que la relación escuela-sociedad sea cada vez más compleja. La escuela se ve como siempre, obligada a influir en la construcción de subjetividades de los alumnos, solo que a diferencia de otras veces, ya no cuenta con el cariz de mundo sagrado y exclusivo que anteriormente la caracterizó. Si antes las cosas eran planteadas por un maniqueísmo de mundos separados en “el adentro escolar” y “la sociedad de afuera”, en donde la escuela marcaba e imponía valores ético-morales y en donde todos debían adaptarse incondicionalmente a las reglas de la institución y sus “valores legítimos”; el actual “quiebre” (que nos parece tan reciente) de nuestra lógica maniquea, causa malestar en toda la comunidad y de maneras diferentes. Este quiebre no es algo coyuntural, es la síntesis de múltiples determinaciones, resultado de procesos anteriores y continuará manifestándose de distintas formas en nuestra realidad.

Los que crecimos con una reforma educativa que exigía a maestros enseñar todas aquellas cosas que ellos habrían querido vivir pero no pudieron (prácticas democráticas en su amplio sentido) vimos con curiosidad de niños primero y con criterio de jóvenes después, las contradicciones de esta reforma y del obrar de nuestros docentes, cuya noble intensión de decontruir viejas prácticas que llevaban impregnadas era admirable, pero como era de esperarse, tenía sus limitaciones.

El desafío de la escuela es el de romper con la cultura del pensamiento único. Y sería muy injusto de mi parte no reconocer los esfuerzos ya iniciados para llegar a la meta. Los actores sociales externos a la escuela (familia, medios de comunicación, gremios) han dejado su rol pasivo y demandan participación en todos los procesos orquestados en la escuela; en tanto que la misma va perdiendo esa pretensión de imponer las reglas del juego de la socialización de manera unilateral. Ambos actores (escuela y sociedad) deben mirarse con otros ojos. El afuera escolar, ya no es territorio de conquista, en tanto pasa a ser un interlocutor válido en un diálogo constante.

Para cerrar este punto, creo que es necesario señalar que, iniciada la apertura política del 89, en el discurso oficial se dio prioridad a la educación como forma de consolidar el proyecto democrático, y aquello era de consenso ciudadano. Solo que en este imaginario, la educación era más bien concebida como adaptación a una realidad diferente, y no como un espacio de múltiples dimensiones (pedagógica, educativa y social)

Relación universidad-sociedad


Si en la relación escuela-sociedad, veíamos una realidad de avances y contradicciones, la realidad universidad-sociedad no nos presenta un panorama así de alentador. Siendo sinceros, se podría decir que la universidad hoy, está ausente de toda propuesta crítica, trasformadora de la realidad heredada. Su participación en el quehacer nacional es débil y se ha caracterizado más por atacar a las fuerzas trasformadoras que buscaron su reforma. A diferencia de otros países de la región,
Paraguay nunca pasó por un proceso de reforma universitaria.

Entre los múltiples problemas por los que atraviesa la universidad, considero que los dos más notorios de resaltar son: a. La poca pertinencia de los contenidos académicos y, b. La cuestión relativa a la autonomía universitaria. En el caso de la autonomía, la misma cuenta con una doble connotación, la otorgada en el papel y el discurso, y la otorgada por la realidad en las prácticas cotidianas.

En el discurso, se la plantea como elemento básico para la libertad académica y de pensamiento, es decir, libertad para debatir, para expresarse y crear, sin intervención de fuerzas extra-universitarias, pre-suponiendo que las fuerzas de la realidad social “respetarían” el campo académico.

Sin embargo, la autonomía, en términos prácticos se ha constituido como la forma más acabada de legalidad y legitimación de la impunidad dentro de la universidad, haciéndole un guiño a los sectores que capturaron toda forma de poder dentro de la universidad. Y ante el reclamo de los sectores más críticos a esta realidad y a esta impunidad, la carta de autonomía constituyó una forma de desentendimiento de los reclamos sociales. Ante el pedido de intervención, las claques universitarias son expertas en sacar a relucir la autonomía universitaria, constituyendo esto una forma de divorcio con la necesaria evaluación externa que debe tener la universidad, por parte de la ciudadanía y el propio estado.

¿Soluciones? Cualquiera pensaría, sin miedo a equivocarse, que la solución al problema es externa a la universidad.

Esta problemática ya fue analizada por el Dr. Domingo Rivarola, una década atrás. Desde entonces, las cosas no han cambiado mucho, o de hecho, no han cambiado en lo absoluto. Al respecto, el sugería que, primeramente, el sector hegemónico dentro de la universidad (que constituye una suerte de poder real), reconozca la existencia del problema. Seguidamente, debía lograrse una adecuada comprensión de la naturaleza del problema, para lo cual se requería de la vigencia de una cultura crítica capaz de disentir, debatir y discutir la problemática. Y finalmente, la necesaria existencia de voluntad política y fuerza para producir el cambio.

Aunque, diez años después, la experiencia solo demuestra que el sector hegemónico instalado en la universidad no quiere ceder, que la cultura critica es siempre aplastada por este sector, y que la voluntad política no pasa de ser la expresión de un discurso políticamente correcto. Y la sociedad, el afuera universitario, no puede más que ser condescendiente con un divorcio iniciado hace ya tantos años.


Bibliografía

Rivarola, Domingo M. “Nueva educación y democracia: ¿Realidad o Utopía?”. Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos. Asunción-Paraguay. Año 2000

Tenti Fanfani, Emilio (comp.). “Nuevos temas en la agenda de política educativa”. Siglo XXI Editores. Buenos Aires-Argentina. Año 2008