... no buscará lo legal, sin lo justo... (Rafael Barret)
porque a mi entender, la justicia nunca ha estado en los tribunales
Porque la justicia, como muchas otras cosas, no es más que una idea abstracta que espera concretizarse en el accionar de los oprimidos
Porque la justicia le toca a quien la busca y a quien la piensa, y a quien la nombra
La justicia no es letra muerta, es un accionar cotidiano que busca justamente, descentralizar el poder
Porque la justicia no la construyen los dioses ni los reyes déspotas (mal llamados “gobernantes” o “poderes del estado” en las democracias occidentales modernas), no viene de arriba, sino de abajo
Porque es un error pensar que solo la conocen... los abogados (¿?)
Porque la idea de justicia ha cambiando con el tiempo, con las luchas, con los aprendizajes
Por esa y otras razones, este blog.
Con ganas de preguntarnos y re pensar, a partir de las ciencias sociales, noticias, comentarios, ensayos y demás, la siempre presente idea de la justicia
jueves, 27 de diciembre de 2012
#Análisisdiscursivo
Todos somos paraguayos
Pero casi el 90% de las tierras está en manos del 2%
todos somos paraguayos
pero sòlo el 4% de la población accede a la universidad
todos somos paraguayos
pero existe 40% de pobreza y 20% de extrema pobreza en el país
todos somos paraguayos
pero las òrdenes de allanamiento se llevan a cabo como si fuesesn desalojos
todos somos paraguayos
pero estar en contra del gobierno de franco (y de facto) es ser antiparaguayo
todos somos paraguayos
pero miles y miles de firmas contra la venida de RTA les pasa por el c... a parlamentarios y presidencia.
todos somos paraguayos
pero el espectro radioeléctrico está reservado para las grandes firmas
todos somos paraguayos
y existe "libertad de exprsiòn"... pero las radios comunitarias son "piratas"
todos somos paraguayos
pero los homosexuales no son bienvenidos (no son lo humanos)
todos somos paraguayos
pero el que se fue del paìs ya se fue y no tiene más que opinar ni votar
Al final, no importan las diferencias, todos somos paraguayos, dicen los políticos, y tras esto esbozan una sonrisa caradura, que luego es proyectada en carteles y gigantografìas, de la mano del fotoshop
Todos paraguayos, iguales ante la CN
Algunos son màs iguales que otros, dirìan Orwell
domingo, 5 de agosto de 2012
La caja de Pandora
http://es.scribd.com/doc/102086917/La-Caja-de-Pandora
OBS: Por alguna razón que desconozco, no puedo subir archivos a mi blog, se me desconfiguran. Tuve que subir mi ensayo a scribd y de ahí postear el link en mi blog, para los que deseen leerme. Hace rato que equería darme un tiempo para hacer unos comentarios sobre “el tema político del año”
viernes, 6 de abril de 2012
¿Cómo te pega el año político a vos?
Si tuviera que hablar de mi realidad particular y hacen un resumen en palabras claves, creo que elegiría para las mismas “hastío” y “angustia”. Desde que tengo memoria odio los años políticos, por más de que los mismos nos permitan ver de manera fehaciente como los tan arraigados discursos de “unión e igualdad” y “todos somos paraguayos”, caen por su propio peso y se descascaran. En cualquier momento uno puede criticar estos consagrados refranes, a costa de ser vapuleado con la “insultante” etiqueta de “apátrida”, separatista, o la más común, intolerante.
Pero lo cierto es que el año político siempre tiene la magia de poner en jaque al casette reproductor de estos discursos… o al menos, ponerlo en pausa por un rato.
A. Cultura del disenso.
Las discusiones políticas parecen reproducirse como conejos durante este periodo abarcante entre internas de partidos y elecciones nacionales. En el campo de lo cotidiano, de los simples “mortales” que comparten su parecer sobre el desarrollo de las jugadas electorales, se observan siempre nervios crispados. ¿Por qué será? Si los medios de comunicación (actores políticos que gustan jactarse de una neutralidad ficticia dentro del escenario electoral) instalan un discurso, el primero que lo critique pasa al banquillo de los acusados. Como suerte de verdad revelada o dogma de fe, los medios nos plantean un escenario político en donde ellos se conocen de antemano todas las jugadas, planes siniestros, altercados del futuro y desenlaces del cuento. Se va construyendo entre la gente una suerte de “sentido común”, donde la realidad deja de ser compleja para ser una simple especulación.
Y los que comprenden que “no es tan así la cosa”, pasan a engrosar la lista de los “fanáticos electorales”, o hasta la fila de los “ideologizados que no ven la realidad” (este es mi grupo favorito). Si para usted, señor o señora, la realidad es algo complejo que no se resume en jugadas mal armadas de un ajedrecista trasnochado, es decir, un periodista que teclea desde su oficina las editoriales de los periódicos, póngase tranquilo o tranquila. Recuerde que la sociedad paraguaya no se ha caracterizado precisamente por combatir la hipocresía.
Pero no son solo los medios. Las instituciones educativas de formación primaria, secundaria y hasta (o principalmente) terciaria, gustan de reproducir sus mitos en época electoral. Y la ausencia de una cultura del disenso hace que el contra-discurso sea invisibilizado de la mejor de las maneras: bajo la estigmatización.
Muchos creen que con el golpe del 89, la costumbre de consagrar el pensamiento único ha terminado. Nada más alejado de la verdad. Hasta hoy, todo lo que desafíe a la idea pre diseñado que los paraguayos tienen del orden, viene revestido con la palabra apocalipsis.
Nos enfadamos con el que piensa diferente y lo tachamos de intolerante al defender bajo todo ejercicio argumentativo, su propia postura. Curiosa reacción. ¿No seremos nosotros, los intolerantes que no podemos convivir con discursos alternativos al nuestro? El discurso único del tendotá ya no existe, pero a ese espacio vacío lo hemos llenado con “nuestro propio discurso único”.
B. El ring de boxeo
Pero algunas cosas han empezado a quebrarse. Como he señalado en varias oportunidades, los cambios generacionales en general y este último en particular, han sido el signo de notorias rupturas. A diferencia de la generación de nuestros padres, los nacidos en los últimos años del régimen stronista y los primeros años de la transición, podemos afirmar (sin miedo a equivocarnos) que pertenecemos a una generación con muchos de los permisos con los cuales no contaron nuestros padres. La apertura de libertades públicas, mal llamada democracia, fue naturalizándose en el cotidiano de nuestras acciones y nos permitió cierta libertad de acción y de palabra.
Quizás esta libertad de palabra constituya uno de los elementos centrales que nos permite cuestionar, replantear, o hasta pulverizar muchos de los discursos guardados en la sacristía generacional de nuestros padres. A diferencia de los primeros, que vivieron bajo los preceptos de una sociedad corrompida por el autoritarismo y el pensamiento único, empachada de un discurso ultranacionalista que, bajo esa fachada mal pintada de patriotismo, buscaba neutralizar o hasta eliminar lo diferente y hasta lo auténtico, la generación de hoy comprende o empieza a comprender las falencias en ese discurso que busca pegar las comisuras de las rupturas de una sociedad dividida en bandos y sectores. Y es que a la clásica idea de la mujer y el hombre paraguayo, muy para el pesar de algunos sectores, se tuvo que empezar a aplicar una perspectiva de género que permita la comprensión de las distintas formas de ser hombre y ser mujer en este país (si hablamos en términos de subjetividades). Así también, se le vino la fractura a los aparatos político partidarios (ya no todos éramos 1 o azules) y hasta la propia idea de que todos éramos paraguayos, según la concepción del discurso corriente, se vio afectada.
Parece que estoy dando muchas vueltas. Pero el punto al que quiero ir es que nuestra concepción tribal del mundo cambió… o al menos lo hizo de alguna manera. Si antes todos éramos miembros de una misma tribu aparente, un inevitable sincericidio nos obligó a matar nuestros fantasmas y contemplar las cosas como verdaderamente eran.
Es así que el mundo se nos aparece como un ring de boxeo, aunque solo nos percatemos de ello a veces. Y el año político es un caso más que paradigmático, de cómo ese ring se asienta en la sociedad. No es que la gente se radicalice de onda en la previa a las elecciones. En realidad, somos una sociedad dividida en bandos y partidos, a pesar de que todavía quieran hacernos creen en mitos unificadores cada 14 y 15 de mayo, cada 25 de diciembre y en cada celebración del bicentenario (no puedo evitar hacerle un guiño a Larisa Riquelme en esta última frase).
C. ¿Soluciones?
¿Y qué nos queda? ¿El estado de guerra permanente? ¿Un armisticio? El aceptar la existencia de diferencias y disputas no significa que dejen de existir puntos de convergencia para alianzas bien puntuales entre los sectores. Después de todo, somos seres humanos y estamos condenados a la humanidad, al intercambio, a las alianzas con otros. Pero igualmente, aceptar la posibilidad de alianzas temporales y concretas, no significa ignorar la disputa y las fricciones permanentes que condicionan nuestro relacionamiento.
D. Otras cosas en el ruido.
Otro de los discursos pre establecidos que viene haciéndome ruido desde hace mucho tiempo, y más aún en época pre electoral, es el referente a la neutralidad de las instituciones en juego. En primera instancia, la idea del estado-árbitro y las leyes objetivas, y en segunda instancia, la de los partidos políticos como “asociación de hombres libres”.
La idea de un Estado-arbitro dentro del juego de poder, que contempla las jugadas de los otros actores bajo un criterio racional-objetivo capaz de ver todas las variantes y determinar que acciones son más “justas”, capaz de sancionar las “faltas” del sector en falla y cuya normativa jurídica sea lo suficientemente incluyente para permitir el desarrollo efectivo de la democracia, sin dar preferencia o favoritismo a unos sectores por sobre otros; me parece la más acabada de las ficciones, estampada como verdad indiscutida por la mayoría.
¿Por qué lo digo? Partamos de la premisa de que los distintos cargos que hacen a la estructura del estado se van llenando en la dinámica del juego político. Y en este juego está más que claro que la existencia de partidos no indica más que la división en “partes” de la sociedad. Cada partido, o cada gremio o sector, representan a una parte específica de la sociedad, que puja en el juego de poder con sus contrapartes, con el otro o los otros oponentes. Finalmente, este juego político logra llenar las instancias del Estado, en donde las instituciones y su accionar no son más que el resultado de los actores involucrados dentro de ellas. Pre suponer que estas instituciones tendrán un obrar fuera del campo de la política y la defensa de sus intereses y proyectos, es pecar de iluso.
Ni el Ejecutivo, quien en principio ostenta el poder central de la República, pero que en términos prácticos ocupa muchas veces un lugar secundario a causa de una Constitución de carácter parlamentarista, ni los “grandes hacedores y ejecutores de leyes” del Poder Legislativo y el Poder Judicial respectivamente, juegan un rol de simple árbitro neutral. Si resulta claro que la defensa del interés está presente en los actores ¿por qué los abogados insisten en contemplar la ley como un aparato “perfecto” para “toda” la ciudadanía y de carácter “neutral-objetivo”? ¿Se identificarán acaso de forma parcial o total con los sectores beneficiados en esas leyes? ¿Naturalizan por ello los preceptos de la ley, pre suponiendo que su realidad es la realidad de todo el mundo (universalización de juicio particular)? ¿Repetirán como loritos un discurso pre aprendido de sus profesores de las facultades de derecho, “grandes” juristas que han sacado harto beneficio de las instancias de poder que les tocó ejercer? ¿No se animan a discutir lo indiscutible? El Estado y las leyes son dogmas de fe tan fuertes en nuestras sociedades, sólo equiparables con el dogma católico (si nos remitimos a la sociedad occidental).
Finalmente, creo que los partidos políticos también se merecen algunas palabras en estas reflexiones. Estas organizaciones, que se proyectaron como un espacio democrático para la participación ciudadana, acabaron formando parte de una trampa perversa. Las antaño llamadas “asociaciones de hombres libres” en donde se practicaba la participación de hombre y mujeres para la reflexión ideológica, el planeamiento estratégico y la ejecución de un gremialismo que tuviera un impacto a futuro dentro de la comunidad, acabaron convirtiéndose en simples corporaciones políticas en donde se comprar y fabrican “militancias legítimas”, “carreras políticas” y pseudo proyectos políticos, pantalla que tapa el trampolín de una elite dirigencial al poder y sus beneficios. Hoy en día, a la asociación de "hombres libres" le importa el peso de tus acciones políticas. A la corporación le importa más el peso de tus acciones comerciales.
Así que por favor, no me vengan con su discurso pre-memorizado de que hay que respetar la ñembo "institucionalidad" de estas organizaciones que se denominan partidos políticos. No son la tan bonita utopía de "asociación de hombres libres" que ustedes querrían ver. Son corporaciones que maquinan a costa del mejor postor y que construyen su institucionalidad para respaldar el proyecto político de este bienhahido postor-accionista. Buena semana chanta!
jueves, 29 de marzo de 2012
¿Qué es la REAL?
El 7 de junio, la academia literaria Herib Campos Cervera del colegio Sta. Clara cumplirá 10 años de existencia. Por su parte, la Red Estudiantil de Academias Literarias alcanzará su sexto aniversario en el 2012. Conozco a estas dos experiencias desde sus inicios, hasta finalizados mis estudios en el bachillerato. Hoy, al dar los primeros pasos en la redacción de la tesis de licenciatura para sociología, me encuentro trabajando conceptos y tipologías que, necesariamente, traen a mí un recuerdo, y a la vez una pregunta… ¿Qué es la REAL?
Igual pero diferente a la experiencia de las academias literarias, las cuales corresponden al marco institucional. La pregunta no se plantea como un cuestionamiento existencialista ni dramático, sino como una simple necesidad de clasificar a un sujeto social en una categoría para su mayor comprensión.
Quien esto escribe, no pretende hacer de esta carta, un trabajo académico; si bien la idea de empezar a escribir estas líneas nació de las primeras reflexiones de mi (futuro) trabajo de grado. Y digo que no es académico, debido a sus limitaciones. Un trabajo académico, necesariamente requiere de un estudio a fondo de su objeto de análisis, un marco teórico que permita el despliegue de la reflexión y delimitaciones bien puntuales en cuanto a aspectos como corte de tiempo, herramientas metodológicas para la extracción de datos y demás cosas. En mi caso, simplemente deseo hacer un recuento de lo que fue ese primer año de la REAL, desconozco lo que pasó después en lo referente a formas de trabajo, avances o retrocesos que pudo tener la misma. Voy a limitarme, a hablar desde la experiencia que me tocó vivir.
Pero más allá de las pretensiones de quien escribe o de quienes lleguen a leer estas líneas,considero que como primer paso debemos construirnos un pequeño marco conceptual (por menores pretensiones académicas que tengamos) sobre el cual orientar la discusión. Simplemente me gustaría presentar y contraponer dos conceptos utilizados por la sociología y la ciencia política para empezar: El de institución y el de Movimiento Social, claramente contrapuestos debido a las características de ambos.
A la pregunta de ¿qué es la REAL?, necesariamente debemos introducir nuestras dos variables mencionadas más arriba. A partir de ahí, el planteamiento del problema se modifica, y pasamos a preguntarnos cosas como si la REAL, es una experiencia cuyas características son o se asemejan más a una institución o a un MS.
Una primera definición de movimiento social correspondería a la de un agente colectivo que intervienen en procesos de trasformación, ya sea promoviendo cambios u oponiéndose a los mismos. No obstante, la amplitud de este concepto requiere de una necesaria delimitación para ir aunando en la complejidad de nuestro objeto de estudio. Podemos así, señalar que estos agentes colectivos son movilizadores con relación a los cambios sociales, ya sea que planteen provocar, impedir o anular dichos cambios, valiéndose de formas de acción y organización que respondan a sus fines, obrando de manera continua y bajo una fuerte integración simbólica entre sus miembros.
Uno de los aspectos de mayor consenso entre los autores a la hora de definir a los MS, se refiere a considerar que los mismos representan (independientemente de sus múltiples variables) a grupos específicos que encaran su acción en función a intereses. Es así que podemos denominar movimiento social a la dinámica que se genera a partir de algún conflicto o dificultad, y que se oriente a la defensa de estos intereses mencionados más arriba. Las acciones emprendidas pueden cuestionar de manera puntual o absoluta las estructuras prevalecientes y manifestar su proyección de trasformación parcial o total de las mismas.
Vale resaltar que los MS cuentan con una serie de características, entre las que resaltan el carácter supraindividual, su papel protagónico dentro de las tendencias de cambio social, la intervención constante en el trascurso de determinados procesos en busca de la concreción de objetivos y para adquirir mayores cuotas de influencia. El singular de “actor” no quiere decir que los MS deban ser entendidos como un todo uniforme, muy por el contrario, es la heterogeneidad de tendencias organizacionales y modos de actual la que caracteriza a los mismos.
La capacidad de permanecer en constante “movimiento”, es lo que garantiza el éxito en la concreción procesual de las metas en los MS, debido a su precaria base de poder, la cual difiere de los medios y modelos institucionales. Un MS que deja de movilizarse pierde sus apoyos básicos y corre el peligro de extinguirse. La movilización debe alcanzar un cierto nivel de continuidad y diferenciarse de esta manera de otras formas de comportamiento colectivo, de carácter mucho más espontáneas.
Por el otro lado, tenemos a Touraine, quien en su “Introducción a los movimientos sociales” parte de la definición de lo que no es un MS. Para esto, marca la diferenciación entre MS e instituciones, considerando a esta diferencia un elemento clave para iniciar el análisis y caracterizar a los primeros. Señala que los MS no son objetos sociales constituidos, regulados por normas institucionalizadas y mantenidas pro sanciones legales. “Es imposible añadir a un tratado de sociología de las instituciones (familia, política, religión, etc.,) un capítulo sobre los movimientos sociales. Su estudio, que no dependería más que de la historia, se ha desarrollado recientemente al margen de las enseñanzas clásicas y muchas veces bajo la influencia de aquellos movimientos que sacudieron, más directamente al edificio universitario” (Tourainte: 19xx; 5).
La definición en términos generales sobre institución se atañe a las normas, roles y pautas que una sociedad construye para satisfacer necesidades básicas y especificas. Esta configuración social se caracteriza principalmente por la permanencia, el esfuerzo por la conservación de sus formas en el tiempo, para lo cual se asegura el conocimiento cabal de la normativa por parte de todos sus miembros, por más que la misma no esté redactada jurídicamente en todos los casos. La institución, como el MS, también es afectada por la contingencia histórica, aunque se resista con una eficiencia mucho mayor al efecto del impacto y esto haga que los cambios relevantes sólo sean medibles a largo plazo.
Por lo general, la institución se refiere a grupos organizados “o formas de organización que corporizan el desempeño de una función social, por ejemplo el parlamento, la iglesia, universidades, clubes deportivos, partidos políticos, etc. (Di Tella: 1989,327)
Constante movimiento para la continuidad vs permanencia para la continuidad. Pero la cosa va mucho más allá de una cuestión de formas, dado que las mismas condicionan, no sólo el alcance de los objetivos, sino principalmente el universo organizativo de sus miembros, la construcción de la identidad y sus percepciones más mediáticas en el obrar diario.
Vale aclarar que tanto un MS como una institución, son propuestas que no nacen de la nada, sino que cuentan siempre con precedentes, ya sean inmediatos o no. Son así, parte de una cadena de acontecimientos más compleja.
Los antecedentes más inmediatos podrían establecerse a partir del año 2003, cuando grupos de estudiantes pertenecientes a academias literarias de colegios públicos y privados de Asunción y Gran Asunción iniciaron un ciclo de trabajo, de la mano de reconocidos escritores del ámbito nacional, entre los que puedo mencionar (porque son los que recuerdo) a Dilma Pardo, Fernando Pistilli, María Eugenia Garay y Susy Delgado. Desde talleres de poesía y narrativa, hasta los viajes a ciudades del interior del país para participar de la fundación de academias literarias, de un fructífero ambiente de sesiones conjuntas en donde los integrantes de distintos colegios compartían sus producciones, hasta las reuniones de carácter más ameno e informal, propias de la edad. En definitiva, hubo un notorio acercamiento que permitía el intercambio de pareceres, perspectivas y hasta la formulación de proyectos a futuro. Cabe destacar que varios de los integrantes de este grupo volverían a encontrarse tiempo después en otros espacios, como el gremial estudiantil de la secundaria y la universidad, y hasta en algunas juventudes de partidos políticos.
Desde la efervescencia del 2003 hasta la fundación de la REAL en el 2006, se sucederían varios acontecimientos que de alguna u otra manera lograrían distanciar a las AL entre sí. Si en el 2003 era común realizar sesiones conjuntas o tener ceremonias de apertura y clausura, el paso del tiempo llegaría a erosionar esa iniciativa.
Ya en el 2006, a partir de la convocatoria de la AL del colegio Técnico Javier a sus pares secundarios, a fin de hacer un recuento en conjunto de lo que había pasado y estaba pasando con las academias literarias, (como una suerte de “ponerse al día”) a fin de lograr entender porque cada vez se participaba menos de las sesiones de apertura y clausura y hasta se había abandonado la tradición de la sesión conjunta entre colegios. Esta primera reunión, que simplemente se proyectó como un recuento, acabó gestando la idea de formar una “red” de trabajo entre academias. ¿Los motivos?
Había varios. Por un lado, estudiantes que habían participado de algunas de las actividades del 2003, veían en el proyecto futuro, una forma de retomar viejas experiencias. Para otros, se trataba de una forma de ahorrar fuerzas para las convocatorias de actividades, es decir, en términos prácticos y logísticos, era un buen trato. Y otros veían en la propuesta, la posibilidad de armar algo diferente a lo que venían viviendo con sus academias, es decir, algo que trascendía las paredes de sus instituciones particulares.
Retomando nuestro marco conceptual, y el planteamiento del problema, pienso que esta organización estudiantil tiene varios de los elementos de caracterizan a un MS, en tanto que carece de otros.
• Contrariamente a lo que se piensa, los MS son agentes colectivos pero no “unitarios”. En este sentido se debe señalar el elevado grado de pluralismo y de diferencias internas, contando con una diversa amalgama de corrientes, tendencias y formas de acción. Dentro de un movimiento social, pueden existir corrientes contrapuestas.
Nuestro objeto de estudio contaba con estudiantes de colegios públicos y privados, lo cual nos permite suponer que de alguna manera existía cierta diversidad en la composición socio-económica de sus miembros, aunque no sea tan marcada (en el sentido más radical del término). Pero lo verdaderamente pluralista se encontraba en la cosmovisión de sus miembros, en lo discursivo de cada uno.
• Se afirma que para existir, los MS tienen que permanecer en movimiento, ejerciendo su influencia por medio de sus movilizaciones y sus participantes. Para el movimiento constante, requieren de una organización laxa, adaptativa y no autoritaria para el alcance de las metas, las cuales no pueden ser alcanzadas solo por medio de la espontaneidad fortuita. Pero esta organización adaptativa no tiene que implicar necesariamente la institucionalización, la cual limita y restringe el poder social de dicho movimiento.
• Como ya señalamos, los MS no son equiparables a una organización. En su interior, la diferenciación y adjudicación de los roles suelden encontrase en un nivel mucho menos elaborado y estructurado, razón por la que el espectro da formas de participación y actuación más amplia. Sin embargo, llegar al otro extremo y caracterizar a un movimiento social en base a la supuesta ausencia de estructuras organizativas en su seno, sería un error. Un MS generalmente no existe sin ellas, ya que son estas las que pueden asegurar la continuidad, la coordinación y también la realización de determinadas iniciativas, más allá de que las mismas no sean equiparables a las de las instituciones, que se manejan por otra lógica. Los MS ocupan por ello, un nivel intermedio entre organizaciones formales y protestas espontaneas.
En sus principios, se había establecido que el órgano de decisión dentro de la REAL sería la Comisión Directiva, la cual estaría compuesta por todos los presidentes de AL que formaran parte de la organización. La decisión del nombre mismo (Red Estudiantil de Academias Literarias, REAL) hacía referencia a ese concepto de “red de redes” (tan utilizado en la tipología de los Nuevos Movimientos Sociales(1)), en donde no se planteaba forma alguna de jerarquización (o al menos se rechazaba la jerarquización en su forma más acabada) entre los participantes, de momento en que se pensaba que la misma jerarquización podía limitar los alcances del proyecto. De hecho, me atrevo a decir, dado que estuve como participante de esas primeras discusiones, que la propia idea de jerarquía repelía. Se asociaba jerarquía a los conceptos de autoridad y, en circunstancias en donde los miembros provenían de experiencias tan distintas y de instituciones tan distintas, no existía un “criterio de selección” a partir del cual pidiéramos decir “fulanx de tal, presidente de la AL del colegio tal va a ser presidente” o “va a ser nuestrx presidente”. Apenas nos conocíamos y no queríamos designar un representante sin establecer los criterios válidos para ello… de hecho, considerábamos que no existían (o no debían existir) tales criterios.
Así también, nos pareció conveniente que, al no existir jerarquías, se vería dos cosas: 1. quien estaba comprometido realmente con el proyecto y 2. La posibilidad de complementariedad y de “ir llenando los espacios vacíos”, a partir de una estructura flexible, en donde la ocupación de los roles era proporcional a las necesidades del momento y no a una designación estática y univoca hasta el próximo periodo.
Igualmente, la posibilidad de ir tejiendo redes daban un margen de acción más inclusivo, en donde, para sobrevivir, había que estar sumando siempre, acoplando, ensamblando experiencias. Debíamos movernos siempre, realizar actividades. Y creo que la más mercante de todas ellas, fueron las sesiones del grupo. Casi como un ritual, se realizaba todos los sábados del año, de forma ininterrumpida. Un espacio en donde se llevaba las producciones de los miembros, se leían los trabajos y se debatía sobre los mismos. También se llevaba trabajos de autores consagrados a nivel nacional, regional y mundial para compartir nuestras impresiones sobre estos textos, pero el ejercicio principal era el de llevar nuestro trabajo, como forma de ejercicio. Los participantes llegaron a tomarse la cosa muy en serio, al punto de ser una motivación para ir puliendo de forma paulatina la producción durante la semana y compartirla con los compañerrxs cada sábado.
Existía un grupo de base, el grupo que había iniciado la REAL y que asistía siempre, pero a su vez, un buen número de participantes entraba y salía en el ínterin. Eso permitía que se diversificara la producción de trabajos y se contara con varias aristas sobre un mismo tema a la hora de reflexionar sobre los contenidos propuestos en la misma. La composición interna se movía siempre, alimentándose con cada nuevo aporte, pero contando siempre con un grupo de respaldo que se responsabilizaba de la continuidad de las actividades.
• En lo que respecta a la construcción de la identidad colectiva, se cuenta con un alto nivel de integración simbólica, un conjunto de creencias compartidas, las cuales actúan como nexo que cohesiona. Estas creencias compartidas fomentan la sensación de formar un grupo claramente diferenciado con relación a los otros grupos de valores contrarios, alcanzando así la concepción del “nosotros” en el MS. Es normal que en este proceso de concepción, el grupo adopte símbolos diferenciales, construya un leguaje propio.
Desde la adopción de símbolos y slogans, el lanzamiento de publicaciones en conjunto con el nombre de la organización, hasta la sensación de estar haciendo un aporte a las AL, la REAL contaba con una identidad. Sus miembros se sentían parte de algo que era suyo, es decir, algo que constituía el producto continuo y consecuente de sus acciones y que satisfacía en mayor o menor medida, a sus expectativas. Se identificaban así con una marca. Esto llegaba al punto en que, después de finalizada la cursada secundaria, varios de sus miembros siguieron participando de las sesiones de la organización y/o conservaron el “ritual” de las sesiones conjuntas entre sus miembros, como forma de encuentro durante algunos años.
La discusión en su interior y por parte de sus miembros acerca de lo que la REAL era o podía ser o “debía ser”, si bien nunca estuvo ausente, no constituyó un eje central. Sí lo fue en sus momentos iniciales, en donde se requería de un norte (difuso, pero norte al fin) para dar un pie de inicio. Palabras como “asociación”, “organización”, “grupo”, “federación”, entre otras, fueron poblando las sesiones primeras en donde se quería definir en plan. Finalmente y como explicamos en líneas anteriores, se optó por “red” y se hizo la correspondiente aclaratoria de que la misma debía ser compuesta y liderada por estudiantes miembros de academias literarias de cualquier rincón del país.
A la pregunta de ¿qué pa lo que estamos haciendo? O ¿Qué lo que es la REAL?-y las muletillas las pongo adrede-la respuesta final, instalada de forma tácita entre los miembros y tras largas discusiones, era la de simplemente hacer algo, moverse, cambiar esa situación de conformismo y falta de aspiraciones que se veía en los estudiantes secundarios, o romper con el discurso instalado y cuasi incorruptible de que “los jóvenes no leen y no están ni ahí por la literatura”; sabiendo en cierta forma o en muchas formas el porqué hacíamos lo que hacíamos, pero sin mucha reflexión interna que permitiera dar con un rotulo clasificatorio con el cual respaldarse como resultado final. Es como si el discutir todo el tiempo para dar con ese rótulo nos restaba fuerza o tiempo o nos aburría.
Finalmente, un elemento que a mi criterio considero central para diferenciar a los MS de otras formas de organización y que no encuentro en la REAL, era el de la construcción del “otro” oponente.
• Así como existe una construcción del “nosotros”, la misma resulta clave para la diferenciación con su concepto contrario, la de los “otros”, los oponentes, frente a los que se afirmará el MS. Cabe destacar que el otro no es un objeto construido teóricamente, sino un actor social real que interviene en los ruedos de la cultura política. La construcción de este otro implica la selección de niveles y de contextos en los cuales se luchará contra él: parlamento, corporación, opinión pública, etc.
Y es aquí en donde toda mi hipótesis anterior entra en jaque. Si bien para algunos, basta con que un MS tenga objetivos y metas bien claras para constituirse como tal (y que estas se concreticen), el consenso establecido entre autores considera que este último requisito, es el que hace la diferencia entre MS y otras formas de organización. Si los MS se plantean como actores por y para la trasformación social, vale decir que deben tener bien en claro, no solo sus objetivos, sino los obstáculos e impedimentos que limitan o anulan la concreción de su meta trasformadora. Y estos obstáculos no son más que actores antagónicos que defienden intereses distintos a los del MS y buscan la conservación de todo aquello que el MS combate.
La REAL tenía objetivos claros o parcialmente claros, y buscaba dar con una salida a ese cada vez más perpetrado “aislamiento” de las AL. Esa problemática fue su motor inicial. Existían intensiones de cambio ante una situación adversa a sus intereses, pero, algo tan concreto como otro actor, el “oponente” que puja con el grupo en la arena política (entendiendo la política en su amplio sentido) no es vislumbrado, al menos, no a mi criterio.
La intención del trabajo no es la de establecer certezas, todo lo contrario, es la de abrir un pequeño debate dentro de una organización que avanzó en el tiempo y fue tomando nuevas formas. La reflexión, reconociendo sus múltiples limitaciones, busca ser un disparador. Considero igualmente, que en trabajos posteriores se puede profundizar más en el objeto de estudio, lo cual amerita una mayor lectura en el campo de sociología de las organizaciones.
Obs: Me hubiera gustado contar con el acta fundacional de la REAL a la hora de redactar este artículo, a fin de ir hilando reflexiones a partir del contenido de ese primer documento. Será para la próxima.
Nota al pie
(1)Estructura organizativa descentralizada y anti-jerárquica, en forma de red (o conexiones de redes, “red de redes”) con un nivel bajo de institucionalización; desconfianza tanto hacia la burocracia como hacia los líderes carismáticos.-Riechman y Fernandez Buey 1994-
domingo, 18 de marzo de 2012
Educación y sociedad. Entre el continuismo, las contradicciones y los primeros pasos.
Aqui va un pequeño trabajo que hice para aprobar un seminario sobre "Políticas en Educación".
Analizar la relación entre las instituciones educativas y la sociedad, implica, necesariamente, cuestionarse acerca de los alcances de la institucionalización misma. No en vano se hacer paralelismos entre los llamados “movimientos” y las instituciones, señalando que los primeros se caracterizan por su organización más flexible, por atravesar ciclos diferenciados, por estar siempre en constante movimiento; en tanto que las instituciones son de carácter mucho más jerarquizado, apuntando en su deber ser a la atemporalidad en sus formas. Las instituciones son, por naturaleza, reacias a muchos de los cambios que la sociedad le exige.
Eso se visibiliza en muchas de nuestras formas modernas de institucionalización, en tanto que la escuela y la educación superior no son para nada, la excepción de la regla. Pero más allá de los intentos de las instituciones de conservar sus formas, resulta inevitable reconocer que todo lo que acontece en la sociedad, necesariamente se refleja dentro de las instituciones y acaba alterando y desafiando a las mismas.
La invasión de la sociedad sobre lo que aparentaba ser la placida quietud de nuestras instituciones, se manifiesta en múltiples formas: disputas políticas e ideológicas acerca del acceso a la educación, la realidad de la exclusión social, el problema de las drogas, las dimensiones de la sexualidad humana, formas de inserción y participación en la sociedad y muchos otros temas que se instalan cada vez con mayor fuerza en el plano educativo-institucional.
Todo cambia, y a diferencia de otras veces, ahora cambia más rápido. Por un lado, el contexto mundial nos presenta los cambios tecnológicos, que impactan y se manifiestan en nuevas formas de comunicación y socialización. También el mercado internacional hace lo suyo, desafiando la hegemonía de los Estados Nacionales en las decisiones de peso dentro de las naciones. Sumando a esta realidad de cariz internacional, están los propios cambios acontecidos en la sociedad paraguaya en los últimos años.
Paraguay va despertando, de forma paulatina pero constante, de su letargo de sociedad rural y ensimismada, aunque todavía le cueste. Sumamos a esto el factor de las nuevas generaciones que se enfrentan a la realidad de un choque generacional con sus antecesores, aspecto que si bien es normal dentro de la convivencia intergeneracional, esta vez adquiere algunas particularidades, en tanto que las actuales generaciones juveniles, nacen en un contexto de apertura de libertades públicas, a diferencia de sus padres, abuelos y maestros, cuya cosmovisión del mundo fue marcada con fuerza por la última dictadura militar en el país. Somos una generación con muchos de los permisos que no tuvieron nuestros padres, y eso marca una diferencia importante, no solo en nuestros historiales de vida, sino en la propia forma en que concebimos el mundo y la acción en el mismo.
Relación escuela-sociedad
Todos estos cambios hacen que la relación escuela-sociedad sea cada vez más compleja. La escuela se ve como siempre, obligada a influir en la construcción de subjetividades de los alumnos, solo que a diferencia de otras veces, ya no cuenta con el cariz de mundo sagrado y exclusivo que anteriormente la caracterizó. Si antes las cosas eran planteadas por un maniqueísmo de mundos separados en “el adentro escolar” y “la sociedad de afuera”, en donde la escuela marcaba e imponía valores ético-morales y en donde todos debían adaptarse incondicionalmente a las reglas de la institución y sus “valores legítimos”; el actual “quiebre” (que nos parece tan reciente) de nuestra lógica maniquea, causa malestar en toda la comunidad y de maneras diferentes. Este quiebre no es algo coyuntural, es la síntesis de múltiples determinaciones, resultado de procesos anteriores y continuará manifestándose de distintas formas en nuestra realidad.
Los que crecimos con una reforma educativa que exigía a maestros enseñar todas aquellas cosas que ellos habrían querido vivir pero no pudieron (prácticas democráticas en su amplio sentido) vimos con curiosidad de niños primero y con criterio de jóvenes después, las contradicciones de esta reforma y del obrar de nuestros docentes, cuya noble intensión de decontruir viejas prácticas que llevaban impregnadas era admirable, pero como era de esperarse, tenía sus limitaciones.
El desafío de la escuela es el de romper con la cultura del pensamiento único. Y sería muy injusto de mi parte no reconocer los esfuerzos ya iniciados para llegar a la meta. Los actores sociales externos a la escuela (familia, medios de comunicación, gremios) han dejado su rol pasivo y demandan participación en todos los procesos orquestados en la escuela; en tanto que la misma va perdiendo esa pretensión de imponer las reglas del juego de la socialización de manera unilateral. Ambos actores (escuela y sociedad) deben mirarse con otros ojos. El afuera escolar, ya no es territorio de conquista, en tanto pasa a ser un interlocutor válido en un diálogo constante.
Para cerrar este punto, creo que es necesario señalar que, iniciada la apertura política del 89, en el discurso oficial se dio prioridad a la educación como forma de consolidar el proyecto democrático, y aquello era de consenso ciudadano. Solo que en este imaginario, la educación era más bien concebida como adaptación a una realidad diferente, y no como un espacio de múltiples dimensiones (pedagógica, educativa y social)
Relación universidad-sociedad
Si en la relación escuela-sociedad, veíamos una realidad de avances y contradicciones, la realidad universidad-sociedad no nos presenta un panorama así de alentador. Siendo sinceros, se podría decir que la universidad hoy, está ausente de toda propuesta crítica, trasformadora de la realidad heredada. Su participación en el quehacer nacional es débil y se ha caracterizado más por atacar a las fuerzas trasformadoras que buscaron su reforma. A diferencia de otros países de la región,
Paraguay nunca pasó por un proceso de reforma universitaria.
Entre los múltiples problemas por los que atraviesa la universidad, considero que los dos más notorios de resaltar son: a. La poca pertinencia de los contenidos académicos y, b. La cuestión relativa a la autonomía universitaria. En el caso de la autonomía, la misma cuenta con una doble connotación, la otorgada en el papel y el discurso, y la otorgada por la realidad en las prácticas cotidianas.
En el discurso, se la plantea como elemento básico para la libertad académica y de pensamiento, es decir, libertad para debatir, para expresarse y crear, sin intervención de fuerzas extra-universitarias, pre-suponiendo que las fuerzas de la realidad social “respetarían” el campo académico.
Sin embargo, la autonomía, en términos prácticos se ha constituido como la forma más acabada de legalidad y legitimación de la impunidad dentro de la universidad, haciéndole un guiño a los sectores que capturaron toda forma de poder dentro de la universidad. Y ante el reclamo de los sectores más críticos a esta realidad y a esta impunidad, la carta de autonomía constituyó una forma de desentendimiento de los reclamos sociales. Ante el pedido de intervención, las claques universitarias son expertas en sacar a relucir la autonomía universitaria, constituyendo esto una forma de divorcio con la necesaria evaluación externa que debe tener la universidad, por parte de la ciudadanía y el propio estado.
¿Soluciones? Cualquiera pensaría, sin miedo a equivocarse, que la solución al problema es externa a la universidad.
Esta problemática ya fue analizada por el Dr. Domingo Rivarola, una década atrás. Desde entonces, las cosas no han cambiado mucho, o de hecho, no han cambiado en lo absoluto. Al respecto, el sugería que, primeramente, el sector hegemónico dentro de la universidad (que constituye una suerte de poder real), reconozca la existencia del problema. Seguidamente, debía lograrse una adecuada comprensión de la naturaleza del problema, para lo cual se requería de la vigencia de una cultura crítica capaz de disentir, debatir y discutir la problemática. Y finalmente, la necesaria existencia de voluntad política y fuerza para producir el cambio.
Aunque, diez años después, la experiencia solo demuestra que el sector hegemónico instalado en la universidad no quiere ceder, que la cultura critica es siempre aplastada por este sector, y que la voluntad política no pasa de ser la expresión de un discurso políticamente correcto. Y la sociedad, el afuera universitario, no puede más que ser condescendiente con un divorcio iniciado hace ya tantos años.
Bibliografía
Rivarola, Domingo M. “Nueva educación y democracia: ¿Realidad o Utopía?”. Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos. Asunción-Paraguay. Año 2000
Tenti Fanfani, Emilio (comp.). “Nuevos temas en la agenda de política educativa”. Siglo XXI Editores. Buenos Aires-Argentina. Año 2008
sábado, 28 de enero de 2012
Una crítica técnica y otra política
(No todo lo que se escribe en este blog debe ser serio o puramente técnico-reflexivo. También hacemos bitácora de las conversaciones de asado durante el año político.)
No puedo negar que ha llegado a sorprenderme la forma en la que las discusiones de asado logran instalar temas medianamente serios en medio de las trivialidades. Pero lo medianamente serio no parte de la discusión misma, sino del después, cuando uno va a la casa y refelxiona con su almohada sobre toda esa sarta de gritos y desacuerdos que tuvo con el otro. Es ahí donde puede salir lo medianamente serio, como este simple comentario, a modo de bitácora de una cena y las conclusiones extraidas de la misma.
Discutiendo con una amiga “techera” sobre mi parecer acerca del proyecto en donde está involucrada, surgen estas dos críticas, una de ellas de carácter técnico y otra de línea política.
Antes de inciiar las mismas, ponemos en el colador los términos de la discusión que adquieren carácter bizantino. El más significativo de los mismos es el tipo de gente que participa de estos proyectos. Entre numerosos espacios y grupos se puso de moda calificar al mencionado tipo de gente como “cheta”, “careta”, “figureti” y demás términos despectivos calificativos. Repito, entrar a discutir estas cuestiones es casi tan bizantino como discutir la existencia de dios con un ateo (bueno, no sé si tanto). Podríamos pasar horas realizando una taxonomía de los simpatizantes del proyecto que permita a algunos comprobar la teoría dominante, o buscando la excepción a la regla. Finalmente el asado se enfriaría, la birra se calentaría y no llegaríamos a ninguna conclusión válida y/o satisfactoria.
La primera crítica, de carácter técnico, gira en torno a como concebimos los denominados “problemas sociales” y sus correspondientes intervenciones. Es decir, imaginemos que usted padece de una enfermedad muy seria. Imaginemos también que usted es una persona que cuenta con ciertos recursos económicos para ir a un hospital. Ahora bien, se le presentan dos opciones para curar su enfermedad. Una de ellas es un médico, la otra un curandero. ¿Usted en quien confía? ¿Por qué? ¿Cree que una persona que ha adquirido, a través de horas de estudio, conocimientos de manera sistemática para la comprensión del funcionamiento del organismo humano, tiene más posibilidades de curarlo que alguien como el curandero? Si su respuesta es afirmativa, eso significa que usted da más valor a la ciencia médica y hasta que capaz cree en la academia (sin ser académico tal vez). Bueno, traslademos la cuestión del mal médico, a la de los “males sociales” (por denominarlos de alguna manera que se adapte a la metáfora). Usted, ¿cree que las problemáticas sociales deben ser atendidas por profesionales? Entre un sociólogo, un antropólogo, un psicólogo social, un trabajador social… y un grupo de personas que no estudió ciencias sociales ¿Quiénes serán más efectivos, los del primer grupo o los del segundo?
Primera crítica: Me incomoda mucho que a la hora de intervenir en problemas de esta índole, no se cuente con un respaldo válido y sustentable de analistas sociales, como los que mencione más arriba. Me parece interesante la forma en la que se plantea la integración en la diversidad de jóvenes que participa del proyecto, pero insisto, de nada sirve que vayan y construyan una vivienda de emergencia si no hay un análisis previo del accionar. Es decir, ¿cuál es el alcance verdadero de una vivienda de emergencia? ¿Qué soluciones da y que soluciones no da? Es importante reflexionar sobre esto, a fin de evitar un divorcio entre nuestros alcances verdaderos en la práctica, y nuestras pretensiones en el discurso. Si el discurso a nivel organizacional plantea eliminar la pobreza, debemos necesariamente partir de la pregunta sobre ¿Qué es entonces, lo que queremos eliminar, que es la pobreza?
Entendemos así, la pobreza como la ausencia de accesos a servicios básicos para el bienestar individual y colectivo. Se habla de la falta de acceso a salud, educación, vivienda, empleo, régimen alimenticio, recreación, participación política, acceso a los sistemas de justicia y otras variables. A partir de estas y otras variables mencionadas, se establece la diferencia entre el pobre y el pobre extremo. Este último está por debajo de la canasta de alimentación básica (su régimen alimenticio está por debajo del mínimo básico), en tanto que el primero está por encima de la canasta básica de alimentación, pero por debajo de la canasta básica de necesidades (que incluye a las otras variables además de alimentación).
Pensemos ahora en la llamada vivienda de emergencia que construyen los techeros. La misma pálida momentáneamente la ausencia de vivienda, y digo momentánea porque la misma no es de material. Eso significa que se está accionando sobre la variable vivienda. Una vivienda de emergencia es un parche, una medida momentánea hasta que se adquieran más recursos, o al decir de los techeros, se pase a “la fase dos del proyecto”. A mi criterio, el parche es válido, como así también, son válidas muchas de las medidas momentáneas que forman parte de un todo más complejo, si es que se planifica y se logra una continuidad en el accionar.
Ahora bien, considero sumamente importante que la gente comprenda que en la fase uno, se interviene en la variable vivienda. Eso quiere decir que la persona que accede a la vivienda tiene parcialmente un mejor habitad, pero sigue sin anotar puntos en las demás variables. El pobre y el pobre extremo siguen, por lo general, en subempleo o desempleo abierto, sin acceso a los otros servicios básicos, viviendo en una sociedad cuyo sistema productivo es incapaz de absorber esta mano de obra sobrante que día a día va migrando del campo a la ciudad a causa del cambio, primeramente paulatino y después acelerado del modo de producción en el país. Porque a fin de cuentas (y creo yo que es la pregunta del millón que deberían hacerse todos los participantes del proyecto al entrar) ¿de dónde salen todas estas personas, los pobres urbanos? ¿brotan del piso? ¿Qué hacían antes de ser pobres urbanos? Amerita la reflexión acerca de su origen. La familia campesina, como unidad de producción, inicia produciendo para su subsistencia, considerando (ya en los tiempos de hoy) que el excedente de producción puede ser destino a la venta en el mercado interno. Lentamente y con el correr del tiempo, las relaciones sociales de producción modifican el obrar de la familia campesina, la cual pasa a vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario. Al volverse asalariados, abandonan el modelo de autosustentabilidad y priorizan a ese salario. Pero es a partir de la inserción de la agricultura mecanizada, propuesta que llega a Paraguay en la segunda mitad del siglo XX y que adquiere su primer boom en los ochenta, que estas unidades de producción anteriores son desplazadas por las nuevas. Es hasta lógico, dirían algunos, de momento en que un tractor hace el laburo de hasta 100 manos obreras. Se produce más, en menor tiempo y a menor costo, de forma tal que la agricultura mecanizada desplaza a la mano de obra campesina, la cual ya no adquiere el tan bendito salario y queda desempleada. ¿Y para donde van, ahora que en el campo, su lugar de origen, ya no queda trabajo? A la ciudad, señoras y señores, esperando insertarse de alguna manera al sistema productivo. Y ante la ausencia de desarrollo industrial en el país (capaz de absorber gran mano de obra, esta mano de obra sobrante), su mal llamada “inserción” va “desde el empleo, el subempleo mayoritario y el empleo. En ese sentido, el subempleo es la forma dominante de inserción económica de esta población: esta forma individual o asociada es una alternativa de fuente de trabajo creada por la escasez de la oferta de este y por la existencia supe numérica de fuerza de trabajo en relaciones al nivel de la actividad económica (…) el problema de la tierra y la falta de empleo son permanentes; mientras que los que se han proletarizado sufren condiciones de trabajo inhumanas. Además, casi siempre estas condiciones económicas están acompañadas por la violencia y/o la nula participación política” (Imas, 1996)
Este sector también cuenta con un capital social débil y sorteando toda serie de inconvenientes que una vivienda de emergencia, por si sola, jamás podría solucionar. La persona seguiría atada al desempleo, o al subempleo, el cual somete al trabajador a relaciones de explotación laboral, sin seguridad jurídica, sin posibilidad siquiera de organizarse para la defensa de sus derechos (sindicalización).
Se habla de una fase dos y una fase tres del proyecto Un techo para mi país. En ese sentido, cabría la reflexión acerca de: 1. El alcance real de estas fases para la solución de un problema de carácter estructural en nuestro país, dado que, ante el avance y consolidación de la agricultura mecanizada, la ausencia de industrialización que absorba la mano de obra sobrante, y la cada vez mayor proliferación de nuevos pobres que se suman a los ya existentes (no solo los que migran, sino los que descienden en la escala social a causa de la crisis económica que afecta a los sectores medios), muchas veces se requieren soluciones de fondo y no de forma, algo a lo que organizaciones no gubernamentales no llegan a alcanzar o hasta no es de su competencia.
Propuestas: 1. Reflexionar sobre estos temas, tratar de evitar un divorcio entre un discurso super amplificado y una práctica más limitada, que acabe decepcionando, no solo a los que recibirán los aportes, sino principalmente a los involucrados en el proyecto. Que cada cuadrilla o al menos cada jefe de escuela cuente con la presencia de profesionales que introduzcan estos temas de forma amplia.
2. Preferentemente, realizar un curso introductorio antes de ir al campo de trabajo. En el mismo, se han de discutir los temas mencionados más arriba, a fin de tener una visión más cabal del objeto de estudio y trabajo al que se va a intervenir. La presencia de profesionales de las ciencias sociales, creo yo, es VITAL para la realización de proyectos de esta índole.
3. Ahora bien, tomando en cuenta que el proyecto es una propuesta del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), deberíamos preguntarnos porque el BID no analiza esta ausencia de trabajadores sociales en su proyecto regional de un techo para mi país, dada su experiencia en la elaboración y gestión de proyectos sociales. También, cuestionarnos acerca de la posibilidad de que cada país introduzca variables que considera convenientes o necesarias para el desarrollo del proyecto en su territorio, acorde a las diferencias culturales, económicas, sociales o políticas que pueda existir, dado que, después de todo, cada país cuenta con una realidad muy distinta que explica la carencia de vivienda en su sociedad.
La segunda crítica va más hacia una dimensión política, que abarca no solo a este proyecto, sino a varios otros. Muchas veces las personas que se involucran en esta serie de actividades disocian su actuar en el bañado de su actuar en el cotidiano más cercano. Es decir, si uno realmente apuesta a proyectos como estos a fin de considerarlos una opción viable, y realmente incorpora la lógica y el sistema de valores que el proyecto dice proporcionar, a su vida diaria y a sus procesos básicos de socialización, no debería producirse disociaciones tan agudas como las que se producen, muchas veces, en un buen número de personas que participan de estas iniciativas.
Seamos más claros en el ejemplo. Si yo comprendo que la pobreza tiene como punto de origen la carencia de elementos básicos para la vida, y comprendo también que estas personas no pueden satisfacer necesidades básicas a partir de que no existen fuentes de trabajo en donde los mismos puedan insertarse con las garantías mínimas, y TAMBIÉN comprendo que esta gente fue, mayormente despojada de su forma de producción anterior, no debería ir a reproducir discursos simplistas y de carácter cínico como “esa gente es pobre porque no quiere trabajar” o “son todos unos haraganes”. Tampoco debería tener una práctica tan hostil hacia los proletarios urbanos (impiavidrios, cuidacoches, limpiabotas y toda esa serie de palabras compuestas que se usan ahora para denominar al subempleado), si es que realmente me solidarizo con ellos. No sea cuestión de ir y ayudar en las tres horas que me toca estar en una villa y después vuelvo a marcar en mis prácticas, nuestras diferencias sociales.
También tendría una visión más crítica sobre las ocupaciones rurales y urbanas, es decir, me cuestionaría más (ANTES de emitir un juicio) sobre el origen de los mismos, sobre todo en un país donde, no solo el acceso a la tierra, sino la titulación correcta de las mismas ha sido una problemática durante todo el siglo pasado y herencia en este nuevo siglo. El tema de las estafas efectuadas hacia la gente de escasos recursos a la hora de acceder a la vivienda o a la propiedad, las tierras malhavidas que fueron utilizadas como forma de coqueteo político por parte del estado hacia otros poderes en gobiernos anteriores, o hasta el desalojo de comunidades enteras que pagaron por su propiedad hasta lo último requerido y sin deber nada, pero que simplemente no condescendían con el poder de turno (caso de las Ligas Agrarias Cristianas, por nombrar uno de los más conocidos, uno de tantos) son temas que necesariamente deben saltar a la hora de evaluar nuestros discursos en el cotidiano al referirnos al tema de acceso a la tierra y el obrar de los grupos y movimientos sociales que reclaman el mismo.
Ahora, también debemos entender que la disociación o contradicción entre el discurso y la práctica es normal en el obrar humano. Llegar a un estado de coherencia en que verdaderamente coincida lo que decimos querer y lo que queremos de verdad, es un proceso largo de encuentros y desencuentros. Es decir, ¿queremos la verdadera reivindicación de los estratos populares en su calidad de vida, o queremos aparentar ser los bienechores salvavidas que practicamos la caridad cristiana-occidental?
Mi idea de una cohernecia entre práctica y discurso puede ser mal entendida como un apoyo incondicional a todo lo que estos grupos hagan y digan (decir guau si a todo). No es el caso.
Simplemente es el llamado a la reflexión sobre diversos temas que hacen a la realidad como a un todo complejo, y no como a una cosa sencilla. Entender que en muchos casos del territorio nacional, las mal llamadas invasiones son intentos de recuperación de propiedades por parte de sus verdaderos dueños, entender que la estafa a estos sectores existe, que puede hasta estar documentada, y que muchas veces la cosa no es tanto como nos la pintan en los medios (después de todo, una de las variables que hacen a la pobreza es la ausencia de seguridad jurídica). Para juzgar estos hechos a partir del juicio moral de correcto e incorrecto, se amerita un estudio a fondo de la cuestión, caso por caso y con sus múltiples particularidades, si en verdad nos planteamos la justicia, dado que no nos corresponde juzgar con información parcial o manipulada, sino a partir de estudios sistemáticos.
Además, el ser crítico justamente busca basarse en premisas sólidas, a partir de la hostilización de los hechos, evitando caer en juegos maniqueistas como los de propietario-bueno campesino-malo, o viceversa. Si apoyamos algo, entendamos en que acepciones y bajo que términos.
La critica dos, como expliqué antes, es política, no técnica, y va dirigida a muchos otros casos de trabajo con sectores marginales urbanos, no solo el referido a nuestra discusión de asado.
Pero antes de terminar
Me gustaría aclarar que yo soy una escéptica de los proyectos de esta índole. Incluso, soy más ácida en mi crítica a los autodenominados grupos “progresistas” y a su manejo del concepto de “horizontalidad” en el trabajo con grupos marginales. Pero eso ya amerita otro artículo, o quizás, otra discusión de asado
La critica hoy planteada va, repito, hacia un proyecto en especifico porque de eso se trato la discusión de asado. Pero No es el único ni el primero ni el último proyecto de ayuda social que debería ser analizado y replanteado, creo yo. Finalmente son críticas sencillas, sin intención de menospreciar el trabajo de personas. Tomálas si querés, báncate o criticalas si no te gusta.
Notas al pie
1. Forma en la que se autodenominan los integrantes del proyecto regional “Un techo para mi Pais”
2. considerado la variable que mide la colaboración social entre los diferentes grupos de un colectivo humano, y el uso individual de las oportunidades surgidas a partir de ello, a partir de tres fuentes principales: la confianza mutua, las normas efectivas y las redes sociales. Mide, por tanto, la sociabilidad de un conjunto humano y aquellos aspectos que permiten que prospere la colaboración y el uso, por parte de los actores individuales, de las oportunidades que surgen en estas relaciones sociales. Una sociabilidad entendida como la capacidad para realizar trabajo conjunto, la de colaborar y llevar a cabo la acción colectiva
3. Forma más común de denominar a los cinturones de pobreza en Asunción que se encuentran a la margen del río Paraguay
Bibliografía
Imas Ruiz, Victor Julio. "Aproximacion al estudio de los movimientos sociales urbanos". Universidad Autónoma Metropolitana. Setiembre 1996
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