... no buscará lo legal, sin lo justo... (Rafael Barret)



porque a mi entender, la justicia nunca ha estado en los tribunales

Porque la justicia, como muchas otras cosas, no es más que una idea abstracta que espera concretizarse en el accionar de los oprimidos

Porque la justicia le toca a quien la busca y a quien la piensa, y a quien la nombra

La justicia no es letra muerta, es un accionar cotidiano que busca justamente, descentralizar el poder

Porque la justicia no la construyen los dioses ni los reyes déspotas (mal llamados “gobernantes” o “poderes del estado” en las democracias occidentales modernas), no viene de arriba, sino de abajo

Porque es un error pensar que solo la conocen... los abogados (¿?)

Porque la idea de justicia ha cambiando con el tiempo, con las luchas, con los aprendizajes

Por esa y otras razones, este blog.

Con ganas de preguntarnos y re pensar, a partir de las ciencias sociales, noticias, comentarios, ensayos y demás, la siempre presente idea de la justicia

domingo, 18 de marzo de 2012

Educación y sociedad. Entre el continuismo, las contradicciones y los primeros pasos.




Aqui va un pequeño trabajo que hice para aprobar un seminario sobre "Políticas en Educación".


Analizar la relación entre las instituciones educativas y la sociedad, implica, necesariamente, cuestionarse acerca de los alcances de la institucionalización misma. No en vano se hacer paralelismos entre los llamados “movimientos” y las instituciones, señalando que los primeros se caracterizan por su organización más flexible, por atravesar ciclos diferenciados, por estar siempre en constante movimiento; en tanto que las instituciones son de carácter mucho más jerarquizado, apuntando en su deber ser a la atemporalidad en sus formas. Las instituciones son, por naturaleza, reacias a muchos de los cambios que la sociedad le exige.

Eso se visibiliza en muchas de nuestras formas modernas de institucionalización, en tanto que la escuela y la educación superior no son para nada, la excepción de la regla. Pero más allá de los intentos de las instituciones de conservar sus formas, resulta inevitable reconocer que todo lo que acontece en la sociedad, necesariamente se refleja dentro de las instituciones y acaba alterando y desafiando a las mismas.
La invasión de la sociedad sobre lo que aparentaba ser la placida quietud de nuestras instituciones, se manifiesta en múltiples formas: disputas políticas e ideológicas acerca del acceso a la educación, la realidad de la exclusión social, el problema de las drogas, las dimensiones de la sexualidad humana, formas de inserción y participación en la sociedad y muchos otros temas que se instalan cada vez con mayor fuerza en el plano educativo-institucional.

Todo cambia, y a diferencia de otras veces, ahora cambia más rápido. Por un lado, el contexto mundial nos presenta los cambios tecnológicos, que impactan y se manifiestan en nuevas formas de comunicación y socialización. También el mercado internacional hace lo suyo, desafiando la hegemonía de los Estados Nacionales en las decisiones de peso dentro de las naciones. Sumando a esta realidad de cariz internacional, están los propios cambios acontecidos en la sociedad paraguaya en los últimos años.
Paraguay va despertando, de forma paulatina pero constante, de su letargo de sociedad rural y ensimismada, aunque todavía le cueste. Sumamos a esto el factor de las nuevas generaciones que se enfrentan a la realidad de un choque generacional con sus antecesores, aspecto que si bien es normal dentro de la convivencia intergeneracional, esta vez adquiere algunas particularidades, en tanto que las actuales generaciones juveniles, nacen en un contexto de apertura de libertades públicas, a diferencia de sus padres, abuelos y maestros, cuya cosmovisión del mundo fue marcada con fuerza por la última dictadura militar en el país. Somos una generación con muchos de los permisos que no tuvieron nuestros padres, y eso marca una diferencia importante, no solo en nuestros historiales de vida, sino en la propia forma en que concebimos el mundo y la acción en el mismo.

Relación escuela-sociedad


Todos estos cambios hacen que la relación escuela-sociedad sea cada vez más compleja. La escuela se ve como siempre, obligada a influir en la construcción de subjetividades de los alumnos, solo que a diferencia de otras veces, ya no cuenta con el cariz de mundo sagrado y exclusivo que anteriormente la caracterizó. Si antes las cosas eran planteadas por un maniqueísmo de mundos separados en “el adentro escolar” y “la sociedad de afuera”, en donde la escuela marcaba e imponía valores ético-morales y en donde todos debían adaptarse incondicionalmente a las reglas de la institución y sus “valores legítimos”; el actual “quiebre” (que nos parece tan reciente) de nuestra lógica maniquea, causa malestar en toda la comunidad y de maneras diferentes. Este quiebre no es algo coyuntural, es la síntesis de múltiples determinaciones, resultado de procesos anteriores y continuará manifestándose de distintas formas en nuestra realidad.

Los que crecimos con una reforma educativa que exigía a maestros enseñar todas aquellas cosas que ellos habrían querido vivir pero no pudieron (prácticas democráticas en su amplio sentido) vimos con curiosidad de niños primero y con criterio de jóvenes después, las contradicciones de esta reforma y del obrar de nuestros docentes, cuya noble intensión de decontruir viejas prácticas que llevaban impregnadas era admirable, pero como era de esperarse, tenía sus limitaciones.

El desafío de la escuela es el de romper con la cultura del pensamiento único. Y sería muy injusto de mi parte no reconocer los esfuerzos ya iniciados para llegar a la meta. Los actores sociales externos a la escuela (familia, medios de comunicación, gremios) han dejado su rol pasivo y demandan participación en todos los procesos orquestados en la escuela; en tanto que la misma va perdiendo esa pretensión de imponer las reglas del juego de la socialización de manera unilateral. Ambos actores (escuela y sociedad) deben mirarse con otros ojos. El afuera escolar, ya no es territorio de conquista, en tanto pasa a ser un interlocutor válido en un diálogo constante.

Para cerrar este punto, creo que es necesario señalar que, iniciada la apertura política del 89, en el discurso oficial se dio prioridad a la educación como forma de consolidar el proyecto democrático, y aquello era de consenso ciudadano. Solo que en este imaginario, la educación era más bien concebida como adaptación a una realidad diferente, y no como un espacio de múltiples dimensiones (pedagógica, educativa y social)

Relación universidad-sociedad


Si en la relación escuela-sociedad, veíamos una realidad de avances y contradicciones, la realidad universidad-sociedad no nos presenta un panorama así de alentador. Siendo sinceros, se podría decir que la universidad hoy, está ausente de toda propuesta crítica, trasformadora de la realidad heredada. Su participación en el quehacer nacional es débil y se ha caracterizado más por atacar a las fuerzas trasformadoras que buscaron su reforma. A diferencia de otros países de la región,
Paraguay nunca pasó por un proceso de reforma universitaria.

Entre los múltiples problemas por los que atraviesa la universidad, considero que los dos más notorios de resaltar son: a. La poca pertinencia de los contenidos académicos y, b. La cuestión relativa a la autonomía universitaria. En el caso de la autonomía, la misma cuenta con una doble connotación, la otorgada en el papel y el discurso, y la otorgada por la realidad en las prácticas cotidianas.

En el discurso, se la plantea como elemento básico para la libertad académica y de pensamiento, es decir, libertad para debatir, para expresarse y crear, sin intervención de fuerzas extra-universitarias, pre-suponiendo que las fuerzas de la realidad social “respetarían” el campo académico.

Sin embargo, la autonomía, en términos prácticos se ha constituido como la forma más acabada de legalidad y legitimación de la impunidad dentro de la universidad, haciéndole un guiño a los sectores que capturaron toda forma de poder dentro de la universidad. Y ante el reclamo de los sectores más críticos a esta realidad y a esta impunidad, la carta de autonomía constituyó una forma de desentendimiento de los reclamos sociales. Ante el pedido de intervención, las claques universitarias son expertas en sacar a relucir la autonomía universitaria, constituyendo esto una forma de divorcio con la necesaria evaluación externa que debe tener la universidad, por parte de la ciudadanía y el propio estado.

¿Soluciones? Cualquiera pensaría, sin miedo a equivocarse, que la solución al problema es externa a la universidad.

Esta problemática ya fue analizada por el Dr. Domingo Rivarola, una década atrás. Desde entonces, las cosas no han cambiado mucho, o de hecho, no han cambiado en lo absoluto. Al respecto, el sugería que, primeramente, el sector hegemónico dentro de la universidad (que constituye una suerte de poder real), reconozca la existencia del problema. Seguidamente, debía lograrse una adecuada comprensión de la naturaleza del problema, para lo cual se requería de la vigencia de una cultura crítica capaz de disentir, debatir y discutir la problemática. Y finalmente, la necesaria existencia de voluntad política y fuerza para producir el cambio.

Aunque, diez años después, la experiencia solo demuestra que el sector hegemónico instalado en la universidad no quiere ceder, que la cultura critica es siempre aplastada por este sector, y que la voluntad política no pasa de ser la expresión de un discurso políticamente correcto. Y la sociedad, el afuera universitario, no puede más que ser condescendiente con un divorcio iniciado hace ya tantos años.


Bibliografía

Rivarola, Domingo M. “Nueva educación y democracia: ¿Realidad o Utopía?”. Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos. Asunción-Paraguay. Año 2000

Tenti Fanfani, Emilio (comp.). “Nuevos temas en la agenda de política educativa”. Siglo XXI Editores. Buenos Aires-Argentina. Año 2008

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