... no buscará lo legal, sin lo justo... (Rafael Barret)



porque a mi entender, la justicia nunca ha estado en los tribunales

Porque la justicia, como muchas otras cosas, no es más que una idea abstracta que espera concretizarse en el accionar de los oprimidos

Porque la justicia le toca a quien la busca y a quien la piensa, y a quien la nombra

La justicia no es letra muerta, es un accionar cotidiano que busca justamente, descentralizar el poder

Porque la justicia no la construyen los dioses ni los reyes déspotas (mal llamados “gobernantes” o “poderes del estado” en las democracias occidentales modernas), no viene de arriba, sino de abajo

Porque es un error pensar que solo la conocen... los abogados (¿?)

Porque la idea de justicia ha cambiando con el tiempo, con las luchas, con los aprendizajes

Por esa y otras razones, este blog.

Con ganas de preguntarnos y re pensar, a partir de las ciencias sociales, noticias, comentarios, ensayos y demás, la siempre presente idea de la justicia

sábado, 9 de febrero de 2013

El día en que los ciudacoches si son ciudadanos



Las palabras y sus significados siempre evolucionan. Lo hacen  porque el contexto en el cual se encuentran inmersas, también evoluciona. El contexto cambia, al igual que los hombres  que lo construyen (y, a la par, son influidos por el). Es así, que una palabra puede adquirir nuevos significados, perder otros, o implicar de forma simultánea, más de una propuesta en la realidad práctica de los humanos.

Ahora bien, una cosa es entender este complejo proceso de la construcción del lenguaje como forma de conciencia práctica, y otra muy distinta, es tomar por imbéciles a las personas. Para aclarar mi denuncia, me remitiré al uso malicioso que los medios de comunicación y diversos sectores de la clase política nacional realizan para con el término de “ciudadanía”.

Recuerdo una tarde en la que el masoquismo cotidiano me obligó a reproducir ese habito tan desagradable que tenemos algunos, de prender el televisor para ver las noticias. En medio de sangre, episodios de violaciones  a menores de edad, hurtos y demás, una noticia adquiere carácter de protagonista de la noche, ocupando más tiempo, que el itinerario de desgracias anteriormente mencionado. La noticia se refería al “famoso tema” (según algunos) de los cuidacoches.

(La cronista no pudo evitar disimular su desdén al pronunciar esa palabra compuesta. Cuida-coches)
El titular de la nota, en mayúsculas y letras grandes y saltonas (si fuera posible ponerlo en 3D, de seguro lo hacían) decía: “Cuida-coches VS Ciudadanía”. En la misma, se hacía referencia a “el descontento ciudadano” por la “impertinencia” de los cuida-coches en la vía pública. Igualmente, la producción hacía el esfuerzo de recabar testimonios de personas que hayan sido “victimas” del “ataque” de estos “personajes”.

No obstante, lo curioso y sorpresivo fue que, contrariamente a lo que la prensa me había acostumbrado a oir sobre el tema (desde hacía ya varios meses), se logró una suerte de empate de 50 a 50, con relación a las percepciones de la “ciudadanía”. Así como hubo algunos que no dudaron en tachar a los cuida-coches de “delincuentes”, otros proporcionaron buenas referencias al trabajo de los mismos, señalando que facilitaban el cuidado de sus vehículos y que habían tomado confianza con ellos. Otros, hasta desmintieron la versión de la prensa, señalando que en esa zona (la referida en el informativo) no tenia cuida-coches (casualmente, la gente que dio estas declaraciones últimas, se declaró como “del barrio”).

No pude evitar preguntarme acerca de los elementos a partir de los cuales la cronista y la producción del medio realizaban esa división. Con que argumentos y bajo que conceptos esgrimían ese parte-aguas. Si el cuida-coche no era ciudadanos, ¿entonces que era? ¿Qué sub-categoría social les correspondía a esos paraguayos con cédula pero sin mayores contemplaciones?

El mensaje estaba claro y difundido. Y lo peor de todo, era compartido por muchos ojos y oídos de la clase media y media alta del país. Hasta los propios afectados terminaban creyendo en ese concepto escueto de ciudadanía. Y su escepticismo o pesimismo era más que entendible. ¿De qué derechos universales y “ciudadanía” podés hablarle a una persona que ha sido excluida de todo?

Eso por el lado de los medios. Luego venía la clase política nacional, que en el fondo es siempre lo mismo (la división entre medios de comunicación y clase política es meramente ilustrativa para la estructura de mi texto)

Para las autoridades y los políticos, todos (sin excepción)  somos ciudadanos el día de las elecciones. Todos ejercemos de manera libre y soberana ese carnecito de ciudadano paraguayo, el día en que se llevan adelante los comicios a los cargos centrales de la república. Lo curioso del hecho radica en que los beneficios del carnet solo contemplan la posibilidad de participar del ritual del voto, ritual al que “todos podemos y debemos participar”. Es así, que ser ciudadano, se reduce al acto de votar y todos somos ciudadanos cuando de votar en elecciones se refiere (según apela el discurso dominante)

De este modo, el oportunismo de algunos raya el cinismo, y lo hace por partida doble, de momento en que limita un concepto tan amplio como el de ciudadanía, al del voto… y a su vez,  permite a todos ser ciudadanos, única y exclusivamente en tiempos electorales. Reclamos ciudadanos a destiempo pasarán a engrosar la lista en el libro de quejas y sugerencias al gobierno. Y como todo libro de quejas y sugerencias, este nunca será leído.

Aunque eso no quita que unos pocos elegidos, si cuenten con la tarjeta VIP de ciudadano tiempo completo. De más está aclarar que al VIP, solo entra gente exclusiva.

Pero en internas y en generales, los cuidacoches votan. Es más, se les paga para ejercer de manera “libre y soberana” su voto por un día. Magna bondad la del poder fáctico, que te paga para mantenerlo arriba, te hace “ciudadano por un día”, tu día de suerte… pero hasta ahí no más.

Hasta que punto manipulamos categorías y conceptos? Hasta que punto nos damos licencia de manosear a las palabras, de crear eufemismos, de no fundamentar nuestras afirmaciones, o lo que es peor, de fundamentarla con argumentos endebles y, sobre todo, sectarios.  Las palabras evolucionan todo el tiempo, como señalamos en líneas anteriores. Pero este accionar que hoy critico, no es fruto de la trasformación sino de la bajeza. 

Cuando me disponía a dar lineamiento final a este articulo,  me encontré con unas declaraciones de la edil municipal, Pepa Kostianovsky [1], en relación a la instalación de cuidacoches en la costanera.  Sus declaraciones, no hicieron más que fortalecer mi anterior percepción (expresada a lo largo de estas líneas). Los “delincuentes” de los cuales ella tanto reniega, deberían dejar de sostener que su única fuente de trabajo dentro de la matriz económica nacional (altamente excluyente y concentradora de poder) es cuidar coches, si vamos a jugar en su misma lógica. A la edil le faltó sugerir, tal vez, la posibilidad de que los “malvivientes” se presenten a las oficinas de Jobs con su currículo vital impreso, a la par en que dejaran a sus hijos en la guardería privada, para evitar una nueva “generación de mendigos”.  La universalización de juicio particular, al decir de Guiddens, parece no tener límites dentro de varios referentes de la política nacional.

Finalmente me queda decir algunas cosas. Por un lado, referirme a toda esta cuestión mediática de la “pseudo indignación”, que no pasa de ser un amague puramente performatico de la clase media nacional. Los que se indignan con el que no puede defenderse.

A mí, los cuidacoches no me indignan, me preocupan. Son la prueba fehaciente de una matriz de empleo incapaz de absorber esa fuerza laboral, hoy sin respuestas. Pero si me indignan esos “ciudadanos” que disfrutan de invertir su tiempo y energía scrachando a desposeídos, pero bien que callan (y otorgan) los robos y estafas de los bandidos y extorsionadores de guantes blancos y con banca en el parlamento. Pasa que sos re facha y “cívico” si scrachás a los pobres y salís por TV… pero sos  hasta “zurdo” si scrachás grandes estafas, realizadas con dinero público desde las instancias de poder político.

El 21 de abril del 2013, los cuida-coches tendrán el permiso de salir a las calles a votar, como buenos y obedientes ciudadanos, porque los “ciudadanos a tiempo completo” se lo permitirán. Estos últimos comprarán sus cédulas (porque el dinero siempre compra ciudadanía) o pagarán para que ellos mismos vayan a votar por la próxima sarta de idiotas que se llenaran la boca con palabras tan manoseadas como ciudadanía, democracia y participación. La reformulación de políticas económicas, la lucha de verdad contra la pobreza y la exclusión, el respeto a los compatriotas que atraviesan situaciones de marginalidad, y la búsqueda de soluciones y no meros parches, bien gracias



[1] Sobre el repudio de Pepa Kostianovsky a la desición de ediles municipales para dar “luz verde” a cuidacoches en la costanera  http://www.hoy.com.py/nacionales/aseguran-que-luz-verde-a-cuidacoches-es-con-intencion-electoralista

miércoles, 6 de febrero de 2013

Autoritarismo e impunidad. A propósito de la muerte de Oviedo y los héroes nacionales.


Cuando en el año de celebración del Bicentenario Nacional (1811-2011) se sugirió trasladar los restos de Augusto Roa Bastos[1] hasta el Panteón de los Héroes[2], no faltaron las opiniones contrapuestas, que no dudaron en hacerse sentir a nivel mediático. Las mismas afirmaban que el galardonado referente cultural "no era héroe porque no murió en una guerra", “ni sacrificó su vida por la defensa del territorio nacional" ni "estuvo en gesta heroica alguna". Estaba claro que para algunos, la idea del acto heroico se reducía a un universo de prácticas bélicas, hombres (y sólo hombres) de uniformes, maneras rudas y códigos verticales. Los civiles, difícilmente podrían detentar un espacio dentro del conjunto de acciones que hacían a los héroes en este imaginario social.

Pocos años después, me tocaría ver dos hechos puntuales que me remontarían a esta singular anécdota. Por un lado, la inesperada muerte de Lino César Oviedo, pero principalmente, todo el hilo de acontecimientos y discursos que se desglosarían con la mencionada muerte. Desde la inaceptable declaración de tres días de duelo nacional, decretada por el gobierno de Federico Franco, pasando por la sarta de afirmaciones de seguidores suyos y figuras de la política nacional, que insistían en ungir al ex convicto de la justicia paraguaya, en un héroe. Lo más notorio, es que lo lograron, tanto a nivel mediático como práctico, dado que Oviedo fue tema “de taquilla” en los medios tras su muerte, motivo de furtivos discursos en mítines, y, finalmente velado en las instalaciones del Congreso Nacional, ante la mirada atenta de los legisladores paraguayos.

Estos hechos mencionados, por más de estar aislados en el tiempo, nos circunscriben a una curiosa pregunta ¿Cuál es entonces, nuestro concepto del héroe? Sobre el punto, me parece más que pertinente, la afirmación de Benjamin Arditti (1992:197)

Caudillos locales, líderes políticos y militares victoriosos han jalonado la historia del país, influidos por el modo local de percibirla. Para el sentido común de muchos paraguayos, la historia consistiría en genealogías de hombres fuertes, tales como Francia, López padre, López hijo, Caballero, Estigarribia, Morínigo, Stroessner (…) Son ellos quienes habrían “hecho la historia” y, por tanto, constituyen objetos de veneración más allá de toda crítica.

Es así, que nos hemos acostumbrado a ver a lo heroico y lo extraordinario, siempre con un toque bélico y un heroísmo romántico tipo siglo XIX. La historia oficial, construida a partir de una fuerte carga ideológica (altamente excluyente), no solo elevaría hasta una categoría mesiánica a hombres de carne y sangre, a costa de ningunear a otros, sino que también dejaría impune los errores del líder elegido, silenciaría sus pormenores y lo volvería intocable ante toda manifestación de justicia presente o futura; reproduciendo sobre su figura, un sistema de leatades y obediencias a-críticas El caso de Oviedo, es un ejemplo (como otros) más que paradigmático de estas afirmaciones.

El imaginario militarista, producto de una cultura fuertemente autoritaria, diviniza la imagen del “guerrero carismático”, el hombre de carácter, el militar, el cual consagra su liderazgo incuestionable y se convierte en el epicentro de la vida pública. Esta lógica caudillista, al instalarse, permite operar al mismo con libertad, hasta el punto en que toda critica a su figura mesiánica, se constituye finalmente en un gesto de peligro para la propia nación. Si bien, esta última afirmación -sobre el peligro- no se corresponde del todo con la figura de Oviedo, si se ha manifestado (y resultado efectiva) en la figura de otros caudillos políticos de la historia nacional-el caso de Francisco Solano López y Alfredo Stroessner, son a mi criterio, dignos ejemplos.

Para los que nacimos en los últimos años del régimen autoritario stronista y/o primeros años de la apertura de libertades públicas, Lino´O sería un personaje más que emblemático. La imagen de un Oviedo como pieza clave de la (manipulada) victoria electoral de Juan Carlos Wasmosy sobre Luis María Argaña (referente político con fuerte vinculación al stronismo), sería el primer elemento que entrara a jugar en nuestra memoria de niños. A ello le seguirían el intento de Golpe a Wasmosy en el 96 y los cara-pintada que aparecían en los medios (resistencia civil que se opone al intento de golpe), o las calcomanías electorales con la consigna “Oviedo-Cubas” a finales de los 90 en autos y viviendas. Y ni que decir del Marzo Paraguayo, uno de los acontecimientos más turbulentos de la llamada “transición a la democracia”.

Oviedo seguiría dando de qué hablar, años después. Y ya no serían nuestros recuerdos de niños, sino el razonamiento adulto el que guardaría las imágenes de un Oviedo, haciendo su entrada triunfal, pocos minutos después de la deposición de Fernando Lugo, vía juicio (?) político. Se inmortalizaría en muchos (con la misma nitidez con que se inmortalizó la imagen de disparos por parte de simpatizantes oviedistas a manifestantes en marzo del 99, vistos por TV), la fotografía de un ex convicto de la justicia, sonriente y saludando a toda la clase política nacional aglomerada en el parlamento, a la par en que el mismo, es recibido “como héroe”.

Oviedo sería una pieza clave –y macabra- dentro de la historia de nuestro país, y dentro de la propia historia de los que vivíamos nuestros primeros años de vida en Paraguay. Una imagen que crecería con nosotros hasta su desaparición.

Su nombre, junto al de muchos otros referentes, igual o más macabros, se perpetuaría, no solo por el peso de sus acciones en la seguidilla de actos y eventos que hacen a nuestra historia más inmediata, sino por el sello de impunidad que marcaría con sus pasos. O al decir de Carbone y Soto (2013):


Oviedo fue un personaje político desarrollado a partir de la impunidad. La Justicia paraguaya terminó por exonerarlo de los cargos que lo vinculaban con marzo del ’99. Nunca fue investigado el origen de su fortuna y la aparentemente inagotable fuente de financiamiento de su actividad política. La sombra de su involucramiento de ilícitos diversos, así como su papel en la violación de derechos humanos –el caso de ocupación de tierras de una comunidad Pai Tavytera en 1986– jamás fue despejada porque la Justicia fue puesta al servicio del poder y el dinero.

Vale resaltar que la impunidad de Oviedo es muy anterior a los hechos por los cuales, la Justicia paraguaya lo sentencia. Tomando en cuenta el carácter “pactado” de nuestra transición, no resulta extraño que las propias figuras que sostuvieron y defendieron al régimen autoritario stronista, sean las que protagonizaron la destitución de su líder (y en donde la destitución, jamás se tradujo en la propia desmantelación de lógicas, estructuras y/o prácticas autoritarias). He ahí, uno de los puntos que torna discutible la “labor heroica” de Oviedo durante la (mal) llamada “gesta libertaria del 89”. Los protagonistas de esa supuesta gesta libertaria, serían los propios beneficiarios del depuesto régimen, sus propios hijos, que sacarían al padre de la foto familiar, a suerte de cumplir con la regla de oro del gatopardismo, y conservar su sarta de privilegios bien cultivados durante años.

Pero los eventos del denominado marzo del 99 o “marzo paraguayo”, serán sin lugar a dudas, la marca registrada de la impunidad oviedista.

Los muertos del marzo paraguayo, los intentos de golpe de Estado, las amenazas de “ríos de sangre” y la sangre que corrió... todo quedó cubierto bajo la desmemoria interesada de la impunidad. Carbone y Soto (2013)

Finalmente, es justo señal que la muerte del general, no hace sino enfrentarnos una vez más al siempre postergado problema de las herencias y las tareas pendientes. Que hoy en día, la discusión en torno a la muerte de un ex militar golpista, se centre más en buscar desentrañar teorías conspiratorias sobre un posible atentado, antes de impulsar una reflexión crítica en torno a una figura fuertemente cuestionable de nuestro pasado inmediato, habla mal, no solo de nuestra memoria histórica, sino de nuestra propia concepción y práctica de la justicia institucional. A la muerte de Alfredo Stroessner, Sabino Montanaro y Blas N. Riquelme, se le suma hoy el general Oviedo. Una vez más, la impunidad sale campante.

Bibliografía

Aditti, Benjamin. "Adios a Stroessner. La reconstitución de la política en el Paraguay". Centro de Documentación y Estudios. Asunción, Paraguay. 1992. 

Rocco, Carbone y Soto, Clyde. "El aparente accidental en tiempos de impunidad. Página 12. En: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/subnotas/213240-62304-2013-02-05.html


[1] Referente cultural en el campo de las letras en Paraguay. Ganador del Premio Cervantes en el año 1989.
[2] Panteón en donde reposan los restos mortales de los algunos referentes de lahistoria Paraguaya, como Don Carlos Antonio López, Mariscal Francisco Solano López,Mariscal José Félix Estigarribia. Además, los Niños Mártires de Acosta Ñu, dosSoldados Desconocidos, entre otros.