... no buscará lo legal, sin lo justo... (Rafael Barret)



porque a mi entender, la justicia nunca ha estado en los tribunales

Porque la justicia, como muchas otras cosas, no es más que una idea abstracta que espera concretizarse en el accionar de los oprimidos

Porque la justicia le toca a quien la busca y a quien la piensa, y a quien la nombra

La justicia no es letra muerta, es un accionar cotidiano que busca justamente, descentralizar el poder

Porque la justicia no la construyen los dioses ni los reyes déspotas (mal llamados “gobernantes” o “poderes del estado” en las democracias occidentales modernas), no viene de arriba, sino de abajo

Porque es un error pensar que solo la conocen... los abogados (¿?)

Porque la idea de justicia ha cambiando con el tiempo, con las luchas, con los aprendizajes

Por esa y otras razones, este blog.

Con ganas de preguntarnos y re pensar, a partir de las ciencias sociales, noticias, comentarios, ensayos y demás, la siempre presente idea de la justicia

martes, 19 de marzo de 2013

¿Bienaventuranzas?


Felices los que tengan hambre y sed de justicia, porque serán saciados
(Mt. 5, 6)



Son muchos los sentimientos de contradicción que me embargan cuando escribo estas líneas. Partiendo de mi ateísmo confeso, no entiendo como uno puede pronunciar estos versos sin sentir impotencia o sentirse engañado. Por otro lado, el más crudo de los exceptisismos o hasta de las resignaciones me obliga a bajar la cabeza. Si el infortunio se enamoró del Paraguay, hablamos de una relación monógama y mezquina. Y es que en el infortunio absoluto, no hay espacio para esperanzas duraderas.

Son muchas las personas que hoy tienen hambre y sed, de justicia, de respuestas, de alimentos sólidos o líquidos también. Son varios los presos (conocidos, lease de los que tenemos noticia) en nuestras cárceles que tienen hambre de justicia. Son pocas las barrigas y las bocas saciadas con los goces y regalías de la impunidad. Extremos opuestos, puestos al extremo de una misma realidad.

Son pocas pero potentes, las voces de los medios que construyen una verdad (si, una sola) a su medida. Son muchas las cabezas que ruedan como resultante de este ejercicio (algunas se desangran y ruedan literalmente en el piso, otras acaban carcomidas por los discursos de las editoriales).

En tanto que se ha vuelto “de público conocimiento” (que expresión tan maldita) la labor arbitraria de la justicia y su abuso desmedido del poder. No obstante aún quedan espacios (y vaya que muchos!) dentro de los discursos y las personas para reivindicar las instancias judiciales como respetables, o al menos, sino respetables, incuestionables. Es decir, la ausencia de la respetabilidad no es garantía para ingresar cuestionamiento alguno a lo canonizado por el pensamiento dominante como intocable. Más aún si la gente piensa en las instituciones como algo “intrínsecamente bueno” o hasta en las leyes y las constituciones como algo “intrínsecamente bueno”. Olvidan así a las personas que ocupan las sillas de estas grandes decisiones, y escriben con letra torcida, las reglas del  juego para conservar sus intereses. “Para que se meten, si está “la justicia y las instituciones”, recita el cínico, y anota un punto menos para la humanidad.



Felices no están los presos de Curuguaty que tiene hambre y sed de muchas cosas, pero principalmente de justicia. Felices no están los campesinos cuya existencia es todos los días criminalizada por la Fiscalía y los discursos tergiversadores.Felices no están los familiares de los policías muertos en un operativo que decia ser de allanamiento, era desalojo y acabó en tragedia. Feliz estuvo, sin embargo, el ex dirigente colorado que se mofó de la imperfecta (o mejor dicho inexistente?) justicia cuantas veces pudo. Felices están los de su séquito  Feliz está todo aquel que tiñe de silencio la insistente pregunta de ¿qué pasó en Curuguaty? Feliz está el gobierno de turno, que culpa a los campesinos de la masacre, y a la par, cree que puede sobornarlos con dinero (indemnizaciones). Feliz está la elite hipócrita que ahora pide votos y después no duda dos veces en criminalizar a los que teme, y los teme, porque sabe que no podrá contenerlos por siempre. Los otros no estamos felices.

No se puede ser nunca feliz, si la justicia no llega. 

martes, 5 de marzo de 2013

A propósito de la muerte de Chávez y las manzanas que se caen


Murió Chávez, murió Oviedo, se declara juicio político a Lugo, ¿qué pasa en Curuguaty?… y la sarta de fantasmas escondidos en la caja de Pandora de la sociedad paraguaya no duda en dispararse. Los que se jactan de una pseudo neutralidad, caen en la trampa y la contradicción de un discurso inmovilista, que en realidad busca consagrar su postura como la única normal, la única racional, coherente y hasta “natural”.
El que se pronuncia “respecto a”, es el fanático, el ideologizado. El que ningunea y evita posturas frontales, es el objetivo, el que ve “lo bueno y lo malo de”. Nada más alejado de la verdad.  Y sólo la muerte de referentes o las situaciones políticas extremas tumban los espejismos de analistas que se jactan de impolutos y vírgenes de ideología, pero que a la hora de la verdad, cuando se les toca su fibra más sensible, despliegan su artillería ideológica al dos por tres.

Los que no tememos a la palabra ideología, o al menos intentamos aceptar que si tenemos postura, sonreímos complacientes. Las máscaras y los discursos se caen, como la manzana en la cabeza de Newton, cuando la coyuntura fuerza al individuo común a tomar postura por algo y contra algo.

Lo “natural” pierde su carácter incuestionable y entra a disputar, de hecho, se ve bajo amenaza.

Los periodistas intocables, montados sobre las estructuras todopoderosas que son los medios modernos de comunicación, se rasgan las vestiduras, al ver amenazados sus intereses y/o el de sus empresas de la información (verdadera identidad de los mal llamados medios). Aterrados, no les queda otra que defender su puchero a capa y espada, extender sus ideas y canonizar a las mismas como verdad absoluta. Un micrófono, un teclado o una cámara pasan así a ser el medio que extiende el mensaje. La verdad se oye así en las radios, se ve en la tele o se lee en los periódicos. Y es incuestionable. Es incuestionable porque es “objetiva” y por ende, “neutral”. Es neutral porque los periodistas “son siempre gente desapasionada que oye todas las campanas del problema”.

Los profesores intocables enseñan su verdad a través de libros de texto y ensayos de autores”objetivos”. Los alumnos que discuten, serán siempre los ideologizados, los que “deben informarse más”, “los mediocres”, los fanáticos. Los profesores son objetivos porque son académicos, intelectuales. Y los intelectuales, por ser intelectuales, son siempre neutrales”.

El que discute de política en el almuerzo familiar e irrumpe en el “consenso tácito de la familia”, será el “fundamentalista” (como me encanta este adjetivo calificativo, que busca y logra descalificar). El que tome postura todo el tiempo, será siempre un problema.

¿A partir de qué momento las palabras “objetividad” y “neutralidad” pasaron a ser sinónimos, y/o a describir situaciones de extrema hipocresía?

Y estos discursos, bien dirigidos, bien intencionados, nos invaden todos los días. Nos acostumbramos a ellos. Convivimos, como a una suerte de concubinato estándar. Hasta que algo pasa y la calma se vuelve tormenta. Y súbitamente, hasta el más taciturno se politiza.

Hoy, la muerte de Chávez le hizo hablar a muchos (en otros tiempos, el panorama internacional no daba tanto de que hablar). Le hizo hablar a esos que normalmente guardan silencio, capaz por respeto, capaz por miedo, capaz por fingir que nunca tienen postura, los que son ingenuamente  inocentes o perversamente inocentes. Mostraron así su lado político, lado al que temen o buscan rehuir. Así también la muerte de Oveido, así también el golpe (si, para mí el 22 de junio fue un golpe, y de eso alguna vez hablaré en otro artículo y otras líneas), así también la masacre de Curuguaty y la asquerosa parcialidad de la justicia paraguaya… y tantas otras cosas y casos que evidenciaron (y lo seguirán haciendo) la división de una sociedad que todavía cree en el mito de una unidad compacta en sus desigualdades extremas y en un aislamiento de la situación internacional, el cual por suerte ya no existe. Todos alguna vez hablamos. Y alguna vez confrontamos.

La  gua´u neutralidad caerá siempre por su propio peso. Cómo las manzanas de Newton.